23 de octubre de 2020: 203 aniversario de su nacimiento.

Correspondía hoy celebrar el 203 aniversario del nacimiento de Pierre Larousse, pero se me ocurrió que mejor sería aprovechar el cumpleaños del gran Pierre, creador del Petit Larousse, para tratar de hacer un reconocimiento a todos los creadores de diccionarios y enciclopedias en todas las lenguas. Porque quienes hacemos algún trabajo vinculado con lo intelectual, con la escritura, con la investigación, pero también los escolares y la gente común, y todos los que necesitamos saber el significado de una palabra o su equivalente en otro idioma, o esclarecernos sobre algún tema, siempre agradeceremos la existencia de esos libros gordos que nos ayudan a resolver nuestra inquietud. Porque es bueno saber que, antes de que existiera Wikipedia, podíamos recurrir a estas herramientas de tinta y papel para resolver nuestros interrogantes. Y, para mí, siempre ha sido maravilloso hacerlo.

Asurbanipal, en los ‘600 AC, fue uno de los pocos reyes asirios que sabía leer y escribir. Y hasta construyó una biblioteca, que tal vez sea la primera de la historia que reunió y organizó en forma sistemática todos los libros existentes en escritura cuneiforme de su época. Y hasta se interesó por las palabras, porque algunos de los libros de la biblioteca se utilizaban como diccionario de las palabras en idioma sumerio y las del acadio, los dos idiomas que se hablaban en la Mesopotamia antigua. Los griegos también se ocuparon del asunto, porque se sabe que el poeta griego Filetas, que vivió en el siglo IV AC hizo un compendio para explicar el significado de las palabras más complicadas que usó Homero en su obra. Más adelante, durante la Edad Media, que no era tan oscura como se cree, se realizaron varios glosarios sobre distintos temas, y hasta diccionarios temáticos, como llamaríamos hoy a esos libros. Pero la palabra diccionario no se usó hasta que en 1220 el inglés John de Garland escribió un libro para ayudar a mejorar la dicción latina, y de allí deriva diccionario, del latín dictionarium (según el diccionario de la lengua española, RAE), y que Joan Corominas (v. Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, vol II, p. 432, Editorial Gredos, Madrid 1980) la deriva del latín dicere, decir, dicción.

Durante la conquista de México, y con el fin de que los evangelizadores pudieran hacer su labor en la lengua indígena, el primer diccionario fue el Vocabulario en lengua castellana y mexicana, de Fray Alonso de Molina, escrito entre los años 1555 y 1571. El primero en lengua inglesa fue el Table Alphabetical, publicado en 1604 por Robert Cawdrey. En lengua castellana, el primero fue el Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española, de 1780 (a pesar de que la Real Academia fue fundada en 1713, por lo que se deduce que fue muy trabajoso componer el diccionario durante los casi 70 años de existencia).

La enciclopedia (que el diccionario de la RAE define como un conjunto orgánico de todos los conocimientos), deriva del griego kyklos paideia, que quiere decir educación para un círculo amplio. Aunque es posible que los griegos hubieran elaborado alguna enciclopedia en su época de esplendor, fue un romano, Marco Terencio Varron, el que entre otras seiscientas obras que dejó escritas, elaboró las que hoy llamaríamos enciclopedias temáticas bajo los títulos de Antigüedades humanas, Antigüedades divinas, De las cosas rústicas y De la lengua latina, que abarcaban temas como gramática, retórica, aritmética, geometría, música, medicina y arquitectura. Un tiempo después, Plinio el viejo compuso en el 17 DC una Historia Naturalis de treinta y siete libros y dos mil cuatrocientos noventa y tres capítulos, en diez y siete volúmenes que incluían temas que Varron no había llegado a tratar, tal vez por falta de tiempo, y que iban desde la organización del saber o epistemología hasta la meteorología, la zoología o la mineralogía. Más adelante en el tiempo, se destaca la Encyclopédie, ou Dictionnaire raisonneé des sciencies, des arts et de métiers (Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios), publicada entre 1751 y 1772 bajo la dirección de Denis Diderot y Jean le Rond d’Alambert.

Digresión 1:

La Encylopédie fue una obra monumental y tuvo un recorrido lleno de obstáculos. Estaba compuesto originalmente por setenta y dos mil artículos, escritos por más de 140 colaboradores de primerísimo nivel, como Voltaire o J.J. Rousseau. Laico, pragmático y crítico, incluía la colaboración de pensadores protestantes, algo que ciertamente molestó a la Iglesia Católica. Sin demorar demasiado, en 1759 puso la Enciclopedia en el Índice de Libros Prohibidos, se le retiró a los impresores el permiso para seguir publicándola, y hubo problemas con la censura. En 1775, el editor de la obra, Charles Joseph Panckoucke, prosiguió con dificultades la publicación en los siguientes veinte años, agregando índices y suplementos. La obra siguió publicándose con los sucesores de éste, hasta llegar a tener ciento sesenta y seis volúmenes, ordenados por materias y no alfabéticamente, como se había impreso originalmente. Debido a las prohibiciones y la censura de la obra, que había comenzado a publicarse en París, pasó a hacerlo en Neuchatel, Suiza. La Encyclopédie fue la culminación del pensamiento de la Ilustración, y su influencia política en la gestación de la revolución estadounidense y en la Revolución Francesa, así como en la emancipación de los estados latinoamericanos, fue enorme.

Pierre Athanase Larousse nació en Toucy, en la región de la Borgoña, Francia, el 23 de octubre de 1817, hace 203 años. Maestro de escuela y pedagogo, fundó junto con Augustin Boyer la librería que llevaba el poco imaginativo nombre de Larousse y Boyer. Como muchos libreros de la época, también comenzó a publicar libros, especialmente textos imaginativos para niños y manuales de instrucción para los profesores. En 1856 publicaron el Nuevo diccionario de la lengua francesa, precursor del Petit Larousse. Con mayor ambición, apareció en 1863 el primer volumen del Grand Dictionnaire Universel du XIX e Siècle (Gran Diccionario Universal del Siglo XIX), de quince volúmenes, en el que siguió trabajando hasta su muerte, en 1876 pero que se completó después, en 1890.

Digresión 2:

La obra de Larousse combina tanto entradas enciclopédicas como de diccionario, con ciento noventa mil artículos concisos y específicos sobre una gran cantidad de personas, lugares y cosas de todo el mundo. Está profusamente ilustrado e incluye mapas, dibujos y fotografías. Igual que la obra de sus colegas de la enciclopedia del siglo XVII, esta enciclopedia tampoco se salvó de ser condenada por la Iglesia en 1856, e incluida en el Índice de Libros Prohibidos por el Santo Oficio de la Inquisición Romana. Es que Larousse era un demócrata y republicano, actividades que no eran bien vistas durante el gobierno de Napoleón III, el Pequeño. El Petit Larousse Illustré tuvo un gran éxito apenas editado, en 1905. Valía 5 francos el ejemplar, y se vendieron doscientos mil ejemplares el primer año, y llegaron a seiscientos mil en 1911. Se hicieron 175 reimpresiones en los siguientes quince años. En 1912 apareció en castellano la primera edición del Pequeño Larousse Ilustrado.

El primer diccionario del castellano fue publicado en 1611, y fue obra de Sebastián de Covarrubias. En la primera edición llevaba el título de Tesoro de la lengua castellana o española. Como curiosidad, se puede señalar que en este diccionario el autor explica el significado de muchas palabras en primera persona, dando sus opiniones y contando historias y anécdotas sobre el tema. La Real Academia Española elaboró un Diccionario de autoridades en tres tomos en 1726, antecedente del Diccionario de la lengua española (en realidad, castellana) publicado en 1780 y que siguió publicándose hasta la actualidad.

El diccionario que es considerado como el más completo de la lengua castellana es el Diccionario de Construcción y Régimen de la Lengua Castellana. Fue elaborado por el gramático colombiano Rufino José Cuervo desde 1872 hasta 1911. En vida del autor se publicaron los dos primeros tomos (de la A a la C), y después la edición se completó entre 1942 hasta 1994 con los seis tomos restantes.

Se destaca también la obra monumental del filólogo y etimólogo catalán Joan Corominas, autor del Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (publicado entre 1980 y 1991 por la Editorial Gredos, Madrid, en seis volúmenes). Y también del muy útil y más entretenido Diccionario de uso del español, de María Moliner, que apareció en 1962.

Digresión 3:

Joan Coromines i Vigneaux (Barcelona 1905- Barcelona 1997) fue muy preciso con el título de su obra. Es un diccionario “castellano e hispánico”, y no español. Y también fue consecuente en su vida. Realizó sus estudios en su ciudad natal, y los completó entre 1925 y 1929 en Montpellier, Francia, donde se refugió debido a sus actividades contra la dictadura de Primo de Rivera, y también en Zurich, Suiza. Republicano declarado y antifranquista tuvo que refugiarse después de la Guerra Civil en varios países, hasta que en 1946 consiguió una cátedra en la Universidad de Chicago, donde se jubiló, regresando luego a Catalunya en 1967. Ya instalado en Pineda del Mar, en la región del Maresme, se concentró en la elaboración de sus obras lexicográficas, comenzando por el Diccionario etimológico de la lengua catalana (1980-1991) y el etimológico castellano hispánico ya mencionado. Recibió varios premios, entre ellos en 1989 el Premio Nacional de las Letras, pero en una carta al Ministerio de Cultura se quejó del maltrato que se daba a la lengua catalana, “única nación mía y mi única lengua, a las que presto incondicional obediencia y pleitesía”. Posteriormente rechazó la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio y un sillón que le ofrecieron en la Real Academia Española. Pero aceptó en 1994 el nombramiento académico honorario de la Real Academia de la Lengua Vasca, que dominaba perfectamente.

Digresión 4:

María Juana Moliner Ruiz (Zaragoza 1900-Madrid 1981) tuvo una infancia y adolescencia difíciles, porque su padre abandonó a la familia en 1915 para irse a vivir a la Argentina. María tuvo que dar clases de latín, matemáticas e historia para ayudar a su madre. Pero pudo completar sus estudios, licenciándose en Historia por la Universidad de Zaragoza, premiada con honores. Luego ganó un concurso para trabajar en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Poco después, pasó a desempeñarse en archivos de Murcia y Valencia. Con el triunfo franquista, María y su esposo (un profesor destacado de física) sufrieron persecuciones y degradaciones escalafonarias. Recién en 1946 fueron rehabilitados. Pese a las dificultades, María trabajó arduamente en la confección de su Diccionario de uso del español, con el que comenzó a trabajar en 1952, siempre en su casa, y que le llevó quince años de minuciosa labor, hasta que fue publicado en 1966/67. Su marido enfermó y quedó ciego en 1968, y los primeros síntomas de una arterioesclerosis cerebral comenzaron a notarse en ella misma, lo que la fue alejando de las actividades intelectuales. El marido falleció en 1974, y ella en 1981. El Diccionario de uso del español, “el Moliner”, contiene definiciones, sinónimos, expresiones, frases hechas y familias de palabras. Según ella misma aclaró: “El diccionario de la Academia es el diccionario de la autoridad. En el mío no he tenido demasiado en cuenta la autoridad”.

En lengua inglesa, son destacables dos obras: la primera es el American Dictionary of the English Language, escrito por el padre de la escolaridad estadounidense Noah Webster (1758-1843). El Webster es una obra publicada en dos volúmenes, en la que trabajó desde 1807, y que fue publicada por primera vez en 1828, en donde se privilegia el uso del lenguaje hablado por encima de las reglas artificiales.

La segunda obra destacable en inglés es la Encyclopaedia Britannica, la más antigua en ese idioma. Su primera edición se publicó entre 1768 y 1771 en Edimburgo, Escocia, y fue creciendo en tamaño hasta los veintiún volúmenes de la edición de 1801. A partir de 1901 la impresión de la enciclopedia se realizó en Estados Unidos. Como las materias tratadas fueron incrementándose paulatinamente (fueron quinientas mil las materias de las últimas ediciones) en 2012 dejó de imprimirse en papel para concentrar todo el esfuerzo en la edición en la web, que ya había empezado a funcionar en 1994. Aunque al principio el acceso era gratuito, ahora es necesario suscribirse para poder consultar la enciclopedia. Aunque los editores de la Encyclopaedia presumen que la obra resume todo el conocimiento humano, además de elogios también recibió críticas por sus sesgos ideológicos y por haber obviado ciertos temas. Por ejemplo, hay personajes destacados, como Sigmund Freud o Marie Curie, que no figuraban entre ellos hasta que fueron agregados en ediciones más recientes. O que en los temas religiosos, una abrumadora mayoría de entradas se refieren al cristianismo, mientras que otras religiones son tratadas más brevemente, o directamente ignoradas.

PIERRE ATHANASE LAROUSSE
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