31 de julio: 101 aniversario de su nacimiento.

No le gustaba que lo describieran como un escritor italiano de origen judío sefaradí. Decía: “yo soy judío porque estoy registrado como tal … pero no soy practicante ni tan siquiera creyente. Pero soy consciente de pertenecer a una tradición y a una cultura” (Entrevistas y conversaciones, Ed. Península, Barcelona 1998, p. 35).

Primo Levi nació en Turín, Italia, el 31 de julio de 1919, hijo de una familia de judíos liberales, graduado en química (solía decir que él era un técnico, no un científico) en la Universidad de Turín en 1941. Como en ese momento ya regían en Italia las leyes raciales promulgadas por el fascismo, por lo que le resultó muy difícil encontrar un trabajo en su profesión. Sus ideas de izquierda lo llevaron a incorporarse en 1943 al Partido de Acción, donde recibió instrucción militar básica en el Comando Militar Piamontese. La aventura duró pocos meses. Los inexpertos partisanos fueron arrestados por la policía mussoliniana y entregados al ocupante ejército alemán, tan pronto como Levi se declaró judío. Y lo hizo porque si hubiera confirmado que era partisano, lo hubieran fusilado inmediatamente. Deportado hacia Alemania, en marzo de 1944 fue trasladado en un viaje infernal de cuatro días y cuatro noches en un tren donde se agolpaban los prisioneros, sin agua ni alimentos, revolcándose entre sus orines y sus heces. Finalmente, llegaron al campo de concentración de Auschwitz, cerca de la localidad polaca de Cracovia, donde en la entrada podía verse un cartel que decía: “la higiene es salud”. Y otro, más famoso, “el trabajo os hará libres”, Después seleccionar entre los que debían morir de inmediato por ser declarados no aptos para el trabajo (entre estos la entonces esposa de Levi, Iolanda, de la que nunca tuvo noticias después) y los que sí tenían cierta fuerza para vivir un poco más, Levi fue derivado hacia Monowitz, un sub-campo en el que los alemanes agrupaban 12,000 prisioneros judíos, comunistas, socialistas y católicos de varias nacionalidades que consideraban que estaban en condiciones de trabajar. En el lager (campo de concentración), Levi estuvo prisionero más de diez meses, hasta que el campo fue liberado por el Ejército soviético en 1945, sufriendo hambre, esquivando enfermedades y recibiendo golpes y malos tratos. Pero con mayores posibilidades de sobrevivir porque los prisioneros de Monowitz trabajaban en fábricas que producían algunos materiales esenciales para la guerra. Levi fue forzado a trabajar en una fábrica química.

Digresión:

Mientras Levi estuvo en el lager, Monowitz fue bombardeado por los rusos en varias ocasiones, pero como cuenta Levi en el breve relato Ultima Navidad de guerra (Muchnik Editores, Barcelona, 2001, p. 40) “con precisión científica y maligna, porque pretendían impedir la producción, pero no destruir las instalaciones… Actualmente es la mayor fábrica de goma sintética de Polonia”.
Después de su liberación, Levi fue embarcado en un tren ruso que atravesó Polonia, Rumania, Rusia y Alemania. Finalmente, llegaron a Munich, liberada por las tropas aliadas, donde pudo por fin encontrar un tren que lo llevó hasta Milán, desde donde pudo llegar a Turín, a su casa, la de sus padres y en la que habría de vivir el resto de sus días.
Después de poco tiempo, se incorporó a la fábrica de pinturas Settimio Torinese, y estuvo a cargo de la producción de esmaltes aislantes para conductores eléctricos de cobre. Llegó a ser el director de la fábrica, y trabajó allí hasta su jubilación en 1977, cuando se dedicó plenamente a escribir. Murió el 11 de abril de 1987, al caerse por el hueco de las escaleras desde el tercer piso de su casa de Turín.

Digresión:

Su muerte se considera como suicidio. Su segunda esposa declaró que en los últimos meses lo había notado especialmente deprimido. Pero no dejó ninguna nota de suicidio, lo que resulta notable en una persona tan meticulosa y ordenada como era él. Siendo químico, podía haber elegido un método más tranquilo para morir. Además, creo que se sentía satisfecho con su vida. En una entrevista de 1981, confesó que “Leopardi no ha sido nunca un autor mío, por razones profundas, creo, porque no veo el mundo con la desesperación de Leopardi. Porque me siento bien en él” («Entrevistas…», p. 101).
Enterado de su muerte, su colega escritor y también sobreviviente de Auschwitz, Elie Wiesel, premio Nobel de literatura de 1986, hizo un epigrama de su maestro: “Levi murió en Auschwitz cuarenta años más tarde”. Otros escritores judíos sobrevivientes, también tuvieron un final trágico. Jean Amery, fue un escritor austríaco que se sobrepuso a las torturas de la Gestapo y a Auschiwitz, y finalmente en 1978 ingirió una sobredosis de pastillas para dormir. Paul Celan, que pasó la guerra en un campo de trabajo forzado en Rumania y vio cómo mataban a sus padres, se arrojó en el Sena en 1970. Jerzy Kosinski, el novelista polaco nacionalizado estadounidense, que escribió la hermosa novela Being There, llevada al cine con el nombre de Desde el jardín, protagonizada magistralmente por Peter Sellers, estuvo escondido durante toda la ocupación nazi en Polonia, y se ahogó en una bañera en 1991. Bruno Bettelheim el reconocido psicólogo infantil austríaco, sobreviviente de Buchnewald, después de un infarto que lo dejó semiparalizado, se suicidó en 1990 colocándose una bolsa de plástico sobre su cabeza.

Primo Levi narró sus terribles experiencias en una trilogía que comenzó con Si esto es un hombre. En La tregua relata las peripecias de su liberación y el regreso a Italia. Y en Los hundidos y los salvados, un último regreso al tema del Holocausto desde una perspectiva más amplia. En uno de sus párrafos más duros, dice: “No hay prisionero que no lo recuerde, y que no recuerde su estupor de entonces: las primeras amenazas, los primeros insultos, no venían de las SS sino de los otros prisioneros, de «compañeros», de aquellos misteriosos personajes que, sin embargo, se vestían con la misma túnica a rayas que ellos, los recién llegados, acababan de ponerse”. (Trilogía, p. 483). Este tema, el de la responsabilidad colectiva, o zona gris como la llamaba Levi, y que tratará en otras obras, es similar a la banalidad del mal de Hannah Arendt. Levi hacía énfasis en que para ver la dimensión del problema había que mirar a las víctimas y no a los verdugos. Se sabe que estos son por definición malos y cabe esperar cualquier cosa de ellos, pero ¿qué pasaba con las víctimas? Ellas están en esa zona gris, donde también eran judíos los que accionaban las cámaras, incineraban los cuerpos o molían los huesos. “No salimos mejores”, dice Levi. Y se negaba a que trataran a los sobrevivientes como héroes, ni siquiera como mártires. No eran como los partisanos, porque no hay ninguna nobleza en el hecho de ser obligado a ser y vivir como un prisionero del lager. Porque en el lager se robaban la comida, se delataban o se sometían todo para poder sobrevivir.

En Si esto es un hombre, Levi recuerda al sargento alemán Steinlauf, un hombre común y corriente, que cuando vio que Levi se estaba derrumbando y ya no quería ni lavarse la cara (y decía “¿Voy a vivir un día, una hora más? Incluso viviré menos porque, porque lavarse es un trabajo, un desperdicio de energía y calor”) le hizo notar “que precisamente porque el lager es una gran máquina para convertirnos en animales, nosotros no debemos convertirnos en animales; que aun en este sitio se puede sobrevivir, y por ello se debe querer sobrevivir, para contarlo, para dar testimonio; y que para vivir es importante esforzarse por salvar al menos el esqueleto, la armazón, la forma de la civilización. Que somos esclavos, sin ningún derecho, expuestos a cualquier ataque, abocados a una muerte segura, pero que nos ha quedado una facultad y debemos defenderla con todo nuestro vigor porque es la última: la facultad de negar nuestro consentimiento”.

Primo Levi denunciaba la trivialización del Holocausto, de lo que Enzo Traverso decía que era la banalización de los crímenes nazis. Quiero poner como ejemplo la película La vida es bella (La vita è bella en italiano) una película italiana de 1997, escrita, dirigida y protagonizada por el judío italiano Roberto Benigni. Benigni interpreta a un judío italiano dueño de una librería, que debe forzar su imaginación para proteger a su pequeño hijo de los horrores de un campo de concentración nazi. La película fue un éxito comercial y de crítica a nivel internacional, siendo galardonada con varios premios internacionales, destacando el del Festival de Cannes, nueve David di Donatello en Italia y siete nominaciones al Óscar en 1998, incluyendo el de mejor película extranjera, aunque finalmente solamente ganaría tres estatuillas, las de mejor banda sonora, mejor actor y mejor película extranjera. En la película, Begnini crea una realidad paralela para su hijo, y los personajes son caricaturas fuera del horror real. Lo que me parece una insolencia.

Si esto es un hombre (hay edición en castellano, El Aleph, 1987) es una descripción meticulosa del funcionamiento y organización de Monowitz, en un tono testimonial y analítico. Y comienza con un poema:

Los que vivís seguros
En vuestras casas caldeadas
Los que os encontráis, al volver por la tarde,
La comida caliente y los rostros amigos:
Considerad si es un hombre
Quien trabaja en el fango
Quien no conoce la paz
Quien lucha por la mitad de un panecillo
Quien muere por un sí o por un no.
Considerad si es una mujer
Quien no tiene cabellos ni nombre
Ni fuerzas para recordarlo
Vacía la mirada y frío el regazo
Como una rana invernal
Pensad que esto ha sucedido:
Os encomiendo estas palabras.
Grabadlas en vuestros corazones
Al estar en casa, al ir por la calle,
Al acostaros, al levantaros;
Repetídselas a vuestros hijos.
O que vuestra casa se derrumbe,
La enfermedad os imposibilite,
Vuestros descendientes os vuelvan el rostro.

En 1946 Levi llevó el manuscrito de Si esto es un hombre a la editorial Einaudi, una editorial cercana al partido Comunista italiano, con un magnífico catálogo de izquierda, y en la que trabajaban varios de sus amigos, como Cesare Pavese y Natalia Guinsburg, cuyo esposo Leone había sido asesinado por los nazis. Pero Natalia lo rechazó, porque le pareció que el tema ya no era importante para una Italia que trataba de levantarse sobre sus ruinas. Otras cinco editoriales también rechazaron el libro. Finalmente, lo publicó una pequeña editorial de Turín en 1947. Para satisfacción de Levi, Einaudi la publicó en 1958, con enorme éxito, retractándose públicamente de su actitud anterior. Es importante señalar que Si esto es un hombre es un libro que fue incluido desde hace años en los programas educativos de Italia. Por eso, en 1976 Levi le incorporó un apéndice en el cual recogía las preguntas y respuestas más habituales que los estudiantes le fueron haciendo durante años en relación a la tragedia de la Shoah. En dicho apéndice trata temas como su rechazo a odiar a Alemania y a los alemanes por sus crímenes, lo cual no supone que conceda un “perdón indiscriminado” hacia los alemanes. Decía que el pueblo alemán sabía que lo que sucedió en los campos era un genocidio de inmensas proporciones y, por ello, lo considera “plenamente culpable” ya que, “quien sabía no hablaba, quien no sabía no preguntaba, quien preguntaba no obtenía respuesta”.

Además de la trilogía mencionada, Levi escribió una novela llamada Si ahora no, ¿cuándo?, sobre las experiencias de una banda de partisanos judíos polacos en los tiempos de la guerra en Polonia; unas memorias científicas, El sistema periódico; mucha poesía y numerosos cuentos cortos de ciencia ficción o de ficción especulativa, recogidos en libros como Historias y Defectos de forma. En Si esto es un hombre el foco no está puesto en cuestiones filosóficas como la naturaleza humana, sino sobre las cosas de la vida diaria en el lager. Levi describió la vida cotidiana de un prisionero: cómo dos personas dormían, o caían exhaustos en un catre de madera; cómo una dieta basada en sopa de papas y repollo producía necesariamente ganas frecuentes de orinar y cómo esto era especialmente tortuoso durante la noche; cómo funcionaba el mercado negro y cuál era el precio de una lonja de pan o de un pedernal para encender un cigarrillo. Allí la supervivencia anulaba todas las reglas morales con los que llegaban al campo. Se robaba comida, se recargaba el rigor del trabajo a otros, se aprovechaba cualquier ventaja posible. Era “una lucha extenuante de uno contra todos, y una suma no despreciable de aberraciones y compromisos”. Levi destaca en especial la presencia de los sonderkommandos, los prisioneros encargados de evacuar los cadáveres de la cámara de gas. Pero insiste: “Nadie tiene la autoridad para juzgarlos, ni siquiera aquellos que pasaron por el lager ni, mucho menos, aquellos que no lo hicieron”. Enorme lección de historia y humanidad, http://www.aiete.net/wp-content/uploads/2017/12/SI-ESTO-ES-UN-HOMBRE-TEXTO-INTEGRO.pdf

Existe una Triolgía de Auschwitz, en castellano, que reúne Si esto es un hombre, La tregua y Los hundidos y los salvados, publicada por Ed. Península, Barcelona, aunque no recuerdo el año de su edición.

PRIMO LEVI
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