31 de agosto de 2021: 154 aniversario de su fallecimiento.

Recibió todos los epítetos posibles: sádico, inmoral, lúgubre, libertino, cruel, infame, voyeur, flâneur. Pero el que quizás aceptaba más cómodamente fue el de «maldito». Y también le hubiera cabido el de incomprendido, solitario, calumniado.«Haré yo que recaiga el odio que me abruma/ sobre el útil maldito de tu perversidad,/ y tan bien retorceré este árbol miserable/ ¡que no nacerán de él sus apestados brotes!» dijo en Las flores del mal. Baudelaire había descubierto el modo de atraer rechazando.

Charles Pierre Baudelaire nació en París, Francia, el 9 de abril de 1821. Su padre, que cuando nació Charles tenía 62 años, era un modesto pintor y profesor de dibujo, que le enseñó las primeras letras y lo introdujo al mundo del arte. Además, era un funcionario de rango medio. Su madre, mucho más joven que su marido, pertenecía a una familia que había emigrado a Londres durante la revolución de 1793 (la del Terror jacobino), le enseñó inglés a su hijo. El padre murió cuando Charles tenía 6 años, por lo que la vida con su madre fue durante un periodo el «paraíso verde de amores de la infancia». Paraíso que terminaría poco después cuando la madre se casó con un militar que llegó al grado de general y fue embajador y senador durante el Segundo Imperio. Siguiendo la carrera de su padrastro, Baudelaire estudió primero en el Collège Royale de Lyon, y cuando se trasladaron a París en 1836, fue internado en el prestigioso Lycée Louis-le-Grand. Allí comenzó a mostrar una tendencia hacia la melancolía, permaneciendo aislado y retraído. Sus frecuentes actos de indisciplina lo llevaron a ser expulsado, aunque antes logró obtener el título de bachiller. A los 20 años se inscribió en la facultad de Derecho, pero su ocupación habitual era la de frecuentar los lugares de reunión de la juventud literaria del Barrio Latino, llevando lo que llamaba «una vida libre».

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Sus amistades en esa época eran el atormentado escritor Gérard de Nertval, el crítico Saint-Beuve y Louis Ménard poeta, y químico, que tal vez le ayudó a conocer el mundo de las drogas. Frecuentaba los prostíbulos de peor fama, donde conoció a Sarah «la Louchette» (la de los ojos entrecerrados, que probablemente era bizca), una prostituta judía que le transmitió la sífilis que le provocará eventualmente la muerte, y a quien le dedicó algunos de sus tempranos y conmovedores poemas.

Horrorizados por su conducta disoluta, un consejo familiar decidió distanciarlo de los ambientes bohemios de París y lo embarcaron en un buque rumbo a los mares del sur, que culminaría en Calcuta, en la India. Pero al llegar a la isla Mauricio, en pleno Océano Índico, Baudelaire decidió interrumpir el viaje y regresar a Francia. Durante el viaje de vuelta, escribió su poema «Albatros» https://www.caphorniers.cl/el-albatros-poema-de-charles-baudelaire/.

Llegando a Francia en 1842, Baudelaire pudo recibir la herencia que le dejó su padre, dinero que dilapidó rápidamente llevando adelante un estilo de vida de hombre de letras elegante, comprando ropa costosa, pinturas, libros, vinos caros y también hachís y opio. Fue entonces cuando conoció a la joven mulata Jeanne Duval, probablemente lesbiana, que le inspiró algunas de sus más hermosas poesías, como La chevelure (La cabellera).

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En dos años agotó casi toda su fortuna, por lo que cayó en manos de prestamistas y estafadores. Entonces su familia le impuso un arreglo legal que le impedía el acceso a lo que quedaba de su herencia, asignándole una modesta suma anual, que no era ni de lejos suficiente para saldar alguna de sus deudas. Era nuevamente como un menor de edad, dependiente totalmente de su madre, lo que le provocó un intenso odio hacia su padrastro, a la vez que incrementaba su aislamiento y desesperación.

Pronto se destacó como un agudo crítico de arte. Su primera obra fue Salón de 1845, con gran éxito, al que siguió Salón de 1846, al año siguiente, en el que destacó la obra del entonces muy discutido pintor romántico Eugéne Delacroix (el autor de La libertad guiando al pueblo, pintura de 1830). Asimismo, incursionó en la crítica musical, elogiando la obra de Richard Wagner. En 1847 descubrió la obra del poeta y cuentista estadounidense Edgar Allan Poe, con el que encontró grandes similitudes, tanto en el pensamiento como en su personalidad, con su propia obra y vida. Se puso entonces en la tarea de traducir a Poe, traducciones que se convertirían en clásicos de la lengua francesa. Otro escritor que influiría mucho en Baudelaire fue el pensador reaccionario Joseph de Maistre, un crítico acérrimo de la Revolución Francesa y la Ilustración. En 1857 publicó Las flores del mal, que había trabajado y corregido con insistencia durante casi una década, y que después irá modificando en publicaciones posteriores. El libro causó intensas polémicas, y provocó el procesamiento de Baudelaire porque los poemas fueron considerados por el mismo fiscal que había censurado un año antes Madame Bovary de Gustave Flubert, como «ofensas a la moral pública y las buenas costumbres». Versos que decían «a fin de castigar tu carne,/ de magullar tu seno absuelto y de abrir a tu atónito flanco/ una larga y profunda herida». Cuando Victor Hugo leyó el libro, dijo: «Produce un escalofrío nuevo». Es que la poesía había entrado en la modernidad.

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Ante los agravios recibidos, Baudelaire contestó con fuerza: «Todos los imbéciles de la burguesía que pronuncian las palabras inmoralidad, moralidad en el arte y demás tonterías me recuerdan a Louise Villedieu, una puta de a cinco francos, que una vez me acompañó al Louvre donde ella nunca había estado y empezó a sonrojarse y a taparse la cara. Tirándome a cada momento de la manga, me preguntaba ante las estatuas y cuadros inmortales cómo podían exhibirse públicamente semejantes indecencias». El proceso culminó con una sentencia que obligaba a suprimir seis poemas por considerarlos «obscenos», además de multarlo con 300 francos. La prohibición de los poemas suprimidos duraría hasta 1949. Pero el proceso hizo crecer la fama de Baudelaire. La obra volvió a imprimirse en 1861, con 35 poemas inéditos. Desde este acontecimiento, la obra se convirtió en símbolo de la depravación y morbosidad, además de que Baudelaire fue considerado como un poeta transgresor y pornográfico.

Para leer una ignota traducción de: «Las flores del mal».

El término flâneur se acuñó en el contexto de la incipiente sociedad moderna a la que dio lugar la industrialización en el París del siglo XIX. Charles Baudelaire lo menciona por primera vez en su libro Las flores del mal y con él describe a un personaje que camina sin rumbo por las ciudades sin ningún objetivo salvo el propio hecho de caminar. Pese que a Borges le disgustaba Baudelaire, es imposible no recordar al flâneur parisino de Baudelaire cuando se lee Fervor de Buenos Aires. Pero el filósofo Walter Benjamin reflexionaba sobre la figura del flâneur dándole otra perspectiva: como medio para boicotear al capitalismo al pasear sin objetivo, sin consumir, sin ser mercancía.

Como curiosidad: no se conoce la existencia de algún ejemplar de la primera edición de Las flores del mal de 1857. Pero sí las pruebas de imprenta de esa edición, con las tachaduras y correcciones de su obsesivo autor, que fueron adquiridas en subasta pública por la Biblioteca Nacional de Francia por 3,2 millones de francos de esa época. Con esas pruebas, una editorial francesa puso a la venta en 2015 una edición facsimilar limitada de 1.000 ejemplares, a 189 euros cada uno.

Deprimido y empobrecido, siguió publicando importantes ensayos críticos sobre escritores como Théophile Gautier (1859), Victor Hugo y otros poetas contemporáneos, que serían recopilados póstumamente en El arte romántico (1869). Hubo un intento fracasado de ser elegido miembro de la Academia Francesa, lo que fue un duro golpe para el ya física y psicológicamente debilitado Baudelaire. Pudo publicar un nuevo libro de poemas, esta vez en prosa, los Pequeños poemas en prosa (1862), también llamado El spleen de París, breves textos narrativos y reflexivos. En 1864 abandonó París y se instaló en Bruselas con la esperanza de conseguir allí un editor belga que publicara sus obras completas. No lo consiguió, y su salud empeoró. En el verano de 1866 sufrió una hemiplejia y afasia producto de la sífilis que lo perseguía desde la juventud, y de las que ya no se recuperaría. Fue trasladado a París e internado en un asilo para ancianos, donde murió, en brazos de su madre, el 31 de agosto de 1867. Este anciano tenía solamente 46 años. Pero la influencia de sus ideas sobre la poesía y el arte perdurará en autores como Arthur Rimbaud, Marcel Proust, y Walter Benjamin y en las vanguardias que florecieron en el siglo XX.

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Uno de los estudios más originales y profundos de la importancia de la poesía de Baudelaire y de su contenido fue el que hizo el filósofo alemán Walter Benjamin, entre 1935 y 1939, en el logrado esfuerzo por sacar a Baudelaire del panteón de los clásicos y extraerle las claves para comprender la modernidad. El ensayo, incompleto por la huida de Benjamin del nazismo, había desaparecido por un tiempo hasta que a comienzos de 1980 el erudito alemán Rolf Tiedemann publicó el material recuperado en la casa de Benjamin en París. Casi al mismko tiempo, el italiano Giorgio Agamben, leyendo unos apuntes de Georges Bataille, descubrió que su viuda había entregado a la Biblioteca Nacional de París un sobre con las fichas preparatorias de Benjamin para el ensayo sobre Baudelaire. Agamben recuperó las fichas, y propuso a la editorial Einaudi la publicación de esos materiales. En esa fecha, Einaudi ya no era la editorial de izquierdas que formó un catálogo maravilloso que incluía una cantidad de obras de Benjamin, entre ellas la edición que había hecho Tiedemann en 1982, y se opuso a esta posible nueva edición, por considerar que esa publicación actualizada transformaría en obsoleto lo que ya tenía publicado. Es que la editorial pertenecía ahora al «cavaliere» Silvio Berlusconi, que había transformado sus objetivos culturales. Agamben esperó hasta 2012 para publicar entonces una nueva edición de la obra El libro de los Pasajes, que incluye los diagramas, esquemas, listas temáticas y cuestionarios que había elaborado Benjamin, además de las valiosísimas cartas que Benjamin intercambió con Max Horkheimer y Theodor W. Adorno sobre la obra. En castellano, la editorial Akal de Madrid publicó la edición de Tiedemann en 2005, pero no sé si el trabajo de Agamben fue publicado en nuestra lengua. Dice Benjamin sobre Baudelaire: «Se maldice el ‘progreso’, se detesta la civilización industrial de nuestro siglo, […] y se disfruta, al tiempo, de lo especialmente pintoresco que esta civilización ha puesto en la vida humana […]. Yo creo que ese es precisamente el esfuerzo esencial del baudelareísmo: unir siempre dos órdenes de sentimientos contrarios». Walter Benjamin, El libro de los pasajes, editorial Akal, Madrid 2005, p. 270.

Para quien quiera leer el complejo pero profundo ensayo de Walter Benjamin «Sobre algunos temas en Baudelaire».

CHARLES BAUDELAIRE
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