10 de julio de 2021: 150 aniversario de su nacimiento.

Proust es más conocido por lo que se dice de él que por haberlo leído. Porque es cierto que no es fácil de leer, con esas oraciones interminables, llenas de subordinadas, con descripciones minuciosas aunque no insignificantes. Sin embargo, su obra magna empieza con una frase sencillísima: «Durante mucho tiempo me acosté temprano». Pero es cierto, las treinta mil páginas del manuscrito original son un poco más complicadas, aunque de una belleza sin igual. Y creo que vale la pena emprender la búsqueda del largo camino, aunque se lea por tramos, porque no es una novela con un argumento lineal, porque es circular, y por lo tanto, es infinita.

Valentin Louis Georges Eugène Marcel Proust nació en París el 10 de julio de 1871. Fue el prematuro hijo mayor del matrimonio de un prestigioso médico y académico de familia católica, casado con la acaudalada y culta heredera de una familia judía alsaciana. Desde pequeño, Marcel tuvo una frágil salud producto de un asma que lo acompañaría toda su vida. El segundo hijo del matrimonio se llamó Robert, nació en 1873 y siguió los pasos del padre en la medicina. La enfermedad de Marcel, además de la sensibilidad e inteligencia que pronto revelaría, hizo que la madre lo sobreprotegiera y lo aislara del mundo exterior. Fue un niño mimado y adorado por su madre y su abuela y, cuando ambas murieron, se mimó y adoró él mismo. Como consecuencia de un ataque agudo de asma que hizo temer por su vida a los 9 años de edad, Marcel dejó de asistir a la escuela y se educó en el hogar, bajo la vigilancia de su madre. Sin embargo, más adelante acudió al liceo Condorcet para seguir los cursos de secundaria, aunque la asistencia fue siempre irregular. Lo que realmente le interesaba era la literatura y la filosofía. Durante los últimos años de liceo fundó con otros amigos una revista y comenzó a ganar fama de poeta y también de snob, porque a los diecisiete años frecuentaba los salones parisinos y aprovechaba los contactos de su madre. Pronto se convertiría en un joven famoso y encantador, aunque a otros les parecía reprobable, como por ejemplo a André Gide, que lo conoció en esa época.

Digresión 1:

Durante su juventud, el más íntimo condiscípulo de Proust fue Lucien Daudet, hijo de Alphonse Daudet, escritor de derecha y miembro de la Acción Francesa, autor de Tartarín de Tarascón. En 1896, a los 25 años, Proust publicó su primer libro, Los placeres y los días, una recopilación de poemas, nouvelles y misceláneas de estilo decadente que tuvo poca repercusión. Recibió varias críticas desfavorables, y una de ellas hasta hizo mención a su relación homosexual con Lucien Daudet. Ofendido por ello, Proust retó a duelo al autor de la nota, y el duelo se realizó sin que tuviera consecuencias. El episodio viene a cuento porque en 1918, cuando Proust recibió en anhelado Premio Goncourt por su libro A la sombra de las muchachas en flor, hubo una gran polémica porque el mundo literario había apostado que el ganador sería Roland Dorgelès, ex soldado y autor de Las cruces de madera, una novela sobre las dolorosas experiencias de las trincheras en la guerra. Pero entre los diez miembros del jurado estaba Léon Daudet, que logró que la votación se volcara seis contra cuatro a favor de Proust, alguien que no había ido a la guerra, hijo de madre judía y además dreyfusiano. El poeta comunista Louis Aragon publicó una nota indignada en L’Humanité, el periódico del partido en la que decía: «Nunca imaginamos que un snob laborioso fuera a recibir ese premio». En coincidencia, los periódicos de la derecha nacionalista acusaron al ganador de ser demasiado viejo (Proust tenía 48 años), demasiado rico, demasiado mundano, y también homosexual.

Para satisfacer a su padre estudió derecho y se recibió de abogado, aunque nunca ejerció esa profesión. Más tarde convenció al padre de que su pasión era la literatura y la filosofía, por lo cual se inscribió en la esta carrera y se graduó en 1895. Ese año escribió su novela Jean Santeuil, que trata de la pasión de un joven por la literatura en el París de esos años, y en ella Proust introdujo el tema del juicio por traición del capitán judío del ejército francés (1897-1899), Alfred Dreyfus, de quien Proust fue un ardiente defensor. La obra no se publicó, y permaneció inédita hasta 1952. Entre los profesores que tuvo en la carrera de derecho quien más le impresionó fue Henri Bergson, especialmente por sus ideas sobre el tiempo. Nunca quiso ejercer la profesión de abogado, y en cambio se inscribió en los cursos de filosofía, carrera que finalizó en 1895. En 1900 Proust tradujo algunos de los trabajos de John Ruskin, que influyó decisivamente en su vida y en su estilo literario., aunque después se separó de sus ideas estéticas.

Digresión 2:

John Ruskin (1819-1900) fue un escritor, crítico de arte, sociólogo, maestro de las letras inglesas y reformador social. Proust lo descubrió a través de las reseñas que se publicaban en las revistas francesas porque Ruskin había prohibido que sus obras se tradujeran a otro idioma y Proust no sabía inglés. La madre de Proust fue la que hizo la traducción literal de los textos, y luego Marcel pudo reescribirlos en un francés que un crítico destacó como un «excelente francés ruskiniano». La obra de Ruskin también tuvo gran influencia en Mahatma Gandhi.

En 1908, Proust comenzó a escribir A la recherche du temps perdu, que acabó recién en 1922. Aunque la novela está dividida en siete volúmenes, Marcel solamente pudo publicar en vida los cuatro primeros. Los tres siguientes se publicaron póstumamente.

Digresión 3:

En francés, recherche significa búsqueda, y también investigación. Por eso se dice que la novela comparte alguna de las características de la ciencia y la investigación, por la importancia que Proust concede al tiempo. En 1912 el comité editorial de la prestigiosa Nouvelle Revue Française, presidido por André Gide, rechazó el primer volumen de A la recherche, que se titula Por el camino de Swann, considerando que la obra no tenía valor literario. En realidad, Gide rechazó el libro no por la reconocida homosexualidad de Proust, orientación sexual que compartía, sino porque menospreciaba la fama de snob y diletante del autor. Rechazado por la editorial Gallimard, Proust golpeó otras puertas y finalmente recaló en la editorial de Bernard Grasset, que la publicó en 1913, en parte financiado por el propio Proust. La NRF era una publicación de Gallimard, y el propio dueño de esa casa, Gastón Gallimard, años después se arrepintió de haber rechazado a Proust y le pidió publicar la obra. Cabe decir que también Gide (que recibió el Nobel en 1947) reconoció públicamente que se había equivocado. Después, la publicación de los otros tomos se interrumpió por la guerra. Finalizada la contienda, en 1919 se publicó el segundo volumen: A la sombra de las muchachas en flor, ahora bajo el sello de Gallimard, que al año siguiente fue premiada con el Goncourt. En 1922 se publicaron El mundo de Guermantes I y II y Sodoma y Gomorra I y II, el último que Proust vería antes de su muerte. Después, se publicarían La prisionera, en 1923, La fugitiva (Albertine disparue en el original francés) en 1925 y Del tiempo recobrado en 1927.

Como dato curioso, señalamos que la Recherche completa ocupa unas tres mil páginas. Pero las versiones originales de Proust sumaban al menos diez mil páginas, más treinta mil de borradores que Proust mandó a destruir.

En 1906 murió su madre, lo que significó un durísimo golpe para Marcel, que la adoraba Su depresión lo llevó al aislamiento total de la sociedad. Se encerró en su habitación, de donde rara vez volvió a salir. Su vida transcurrió principalmente allí, donde pensaba y escribía acostado, e hizo forrar las paredes de la habitación con gruesas planchas de corcho para no escuchar los ruidos del exterior. Como era una novedad entonces, se suscribió por 40 francos mensuales a la compañía de teléfonos Teatrophone, que había desarrollado un sistema que le permitió a Proust oír música clásica y ópera sin salir de su cuarto. Vivía casi exclusivamente de noche y dormía durante el día. Escribía incesantemente, y corregía todo el tiempo los originales que escribía, lo que constituía un problema para su criada Celeste Albaret, que se encargada de pegar las correcciones en las páginas correspondientes. Las modificaciones no solamente eran correcciones sino que extendían y modificaban permanentemente el original, incluso cuando estaban formadas las galeras del texto. Su editor Gallimard ha contado cómo las costumbres de Proust desesperaban a los linotipistas al leer las pruebas de imprenta. Las galeras les eran siempre devueltas con los márgenes completamente escritos. Pero no subsanaba ni una errata, todo el espacio disponible lo rellenaba con texto nuevo

Digresión 4:

En 1909 Proust vivió un incidente que lo llevó a elaborar la teoría de la memoria involuntaria, el fenómeno por el cual una percepción evoca un recuerdo, y que puede deberse a un objeto, un gesto o una imagen que transporta a una persona a un recuerdo que creía olvidado. Algo que Marcel vivió en su infancia lo llevó a incorporar ese recuerdo en Por el camino se Swann: un día de invierno su madre le ofreció una taza de té y una magdalena que, al tomarlas y saborearlas le despertaron sensaciones tan fuertes, no para presentir el futuro inmediato sino para comenzar a recuperar el tiempo perdido. «Primero rechacé el té; pero luego, sin saber por qué, volví de mi acuerdo. Mandó mi madre por uno de esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalenas, que parece que tienen por molde una valva de concha de peregrino. Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me llevé a los labios unas cucharadas de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fijé mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal… Ya es hora de pararse, parece que la virtud del brebaje va aminorándose. Ya se ve claro que la verdad que yo busco no está en él, sino en mí» (M. Proust, En busca del tiempo perdido, p. 45-46, Plaza & Janés Editores, Barcelona 1975). Es seguro que Proust no leyó ningún trabajo de Freud, aunque fueron contemporáneos, pero Freud sí leyó El camino de Swann, como lo señala Roudinesco en su reciente biografía de 2015 del creador del psicoanlálisis.  En una confidencia hecha a María Bonaparte, el 4 de enero de 1926, Freud contaba lo decepcionante que había sido para él la lectura de Por el camino de Swann: «no creo que la obra de Proust vaya a ser durarera. ¡Y ese estilo! ¡Quiere ir siempre a las profundidades y nunca termina las frases!». ¿Por qué ese menosprecio? Tal vez porque Proust describiría su obra como una serie de novelas «sobre el inconsciente», y Freud quería demostrar científicamente el funcionamiento del inconsciente y no admitía al que simplemente se podía intuir en una novela. Como lo había hecho también Nietzche, que tampoco gozaba de las simpatías de Freud.

Asediado por sus cada vez más frecuentes crisis asmáticas, se le declaró una neumonía y falleció el 18 de noviembre de 1922. Sus restos fueron enterrados en el cementerio de Père-Lachaise.

Digresión 5:

La escritura de Proust se caracteriza por su elegancia de estilo y pensamiento. En realidad, A la recherche du temps perdu es la historia de la vida de Proust, contada por el narrador, Marcel, como una búsqueda alegórica de la verdad. «Me di cuenta de que los materiales de mi trabajo eran de mi propio pasado» dice el narrador en un momento de la novela. Proust toma acontecimientos que efectivamente le sucedieron, así como lugares y personajes. En su búsqueda del tiempo perdido no inventó nada, sino que lo transformó todo al transformar todos los aspectos de la condición humana. Proust eligió para su obra «esa sustancia invisible llamada tiempo». Creó una nueva forma de conquistar la evanescencia del tiempo. Una vez, cuando Bergson, que había sido su maestro, lo criticó porque dijo que había percibido la experiencia de la vida desvirtuada por un microscopio, Proust le replicó, explicándole que «el instrumento del que me he servido no es un microscopio, sino un telescopio enfocado al tiempo».

Comentario sobre Proust y el cine

Hasta hoy se hicieron dos películas basadas en A la búsqueda del tiempo perdido. La primera fue una coproducción franco alemana de 1983 que se llamó Un amor de Swann, dirigida por Volker Schlöndorff y protagonizada por Jeremy Irons, Ornella Muti, Fanny Ardant y Alain Delon. La segunda fue El tiempo recobrado, franco italiana de 1999, dirigida por el franco chileno Raúl Ruiz y fotografiada por el argentino Ricardo Aronovich. Los protagonistas fueron Catherine Deneuve, Emmanuelle Béart, Vincent Perez y John Malkovich.

Otros dos enormes directores trataron de filmar la novela de Proust: Luchino Visconti y Joseph Losey. Pero Visconti sufrió un derrame cerebral cuando estaba preparando el trabajo, y murió poco después, y Losey no se sintió capaz de hacerlo.

Una curiosidad:

Entre la listas de libros que Antonio Gramsci pide desde la prisión aparecen las Chroniques de M. Proust, editadas por NRF (ver Antonio Gramsci, Cuadernos de la cárcel, Ediciones Era, México 1981, T 1, p. 314).

MARCEL PROUST
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