16 de abril de 2021: 110 AÑOS DE SU NACIMIENTO
Los espías son tan antiguos como la historia. Hay ejemplos de ellos en la Biblia, aunque seguramente no tenían el glamour de los agentes dobles ingleses. También hubo una Mata Hari, la holandesa que nació con el nombre de Margaretha Geertruida Zella (que fue interpretada en el cine por la sofisticada Greta Garbo), una actriz y bailarina exótica que utilizó sus encantos para extraerle información secreta a militares británicos para pasársela a los alemanes durante la Primera Guerra Mundial, aunque también hizo el juego contrario. Son menos conocidos los nombre de Richard Sorge, el espía que le avisó a Stalin la fecha de la invasión alemana a la URSS, y también que los japoneses no atacarían a la URSS en ese momento (lo que permitió a los soviéticos iniciar la contraofensiva dedicando todos sus esfuerzos en el frente contra Alemania). O el de George Blake, en agente inglés que delató a 400 agentes del MI6 en Alemania oriental y que reveló la existencia de un túnel en Berlín construido por los estadounidenses para interceptar la telefonía del sector comunista. Más bien, los espías que más se conocen son los de las novelas de John Le Carré o Ian Fleming. Pero estos espías literarios o los del cine tuvieron una vida más divertida que los espías reales.
Guy Francis de Moncy Burgess nació en Davenport, Inglaterra, el 16 de abril de 1911. Fue el primero de dos hijos de una familia de la burguesía inglesa que por su clase pudo estudiar en las mejores instituciones educativas del país: el Eton College, el Britannia Naval College y el Trinity College de Cambridge. Su padre fue un comandante de la marina y su madre era hija de un rico banquero. Excelente estudiante, pronto se vio atraído por las ideas de izquierda y se unió al partido Comunista inglés. Los años ‘30 fueron notables por el vuelco de muchos miembros de la aristocracia educada del país hacia ese partido. La red del espionaje soviético se instaló en las universidades prestigiosas inglesas y logró reclutar a un número importante de jóvenes inquietos e intelectuales y académicos brillantes, entre ellos a Guy Burgess, recomendado a los soviéticos por Harold «Kim» Philby, que trabajaba para ellos desde antes. El círculo selecto de espías que formó Philby fue conocido luego como Los cinco de Cambridge, Operaron durante la Segunda Guerra y hasta bien entrada la Guerra Fría.
Digresión 1:
Los cinco de Cambridge eran: Kim Philby, que a comienzos de la guerra fría había llegado a ser un agente de alto rango del Servicio Secreto (MI6), a cargo de la sección IX, el departamento encargado de la Unión Soviética; Donald Maclean, que trabajaba en el servicio diplomático, asignado a la embajada británica en París en vísperas de la invasión alemana, y más tarde a la embajada en Washington; John Caincross, que era el secretario de lord Hankey, ministro sin cartera de Wiston Churchill, que tuvo acceso a información sobre el programa nuclear; y Anthony Blunt, un refinado aristócrata, que era primo lejano de la mismísima reina de Inglaterra, conocido especialista en historia del arte y encargado de la pinacoteca de la familia real, pero que también era miembro del MI5 (el servicio de contraespionaje) durante la guerra y que tenía acceso al descifrado de códigos militares alemanes.
Muchos en Cambridge disfrutaban de la compañía de Burgess, que era divertido y extravagante. Sin embargo, disgustaba a otros, que lo describían como «una mierda engreída y poco fiable». En 1933 se afilió al partido Comunista, y al año siguiente viajó a la Unión Soviética junto con otros estudiantes comunistas. Pudo conocer a personajes notables, como Nikolái Bujárin, miembro del comité central soviético y por entonces editor del periódico Izvestia. De regreso en Cambridge, fue reclutado por el agente soviético Arnold Deutsch para espiar en favor de la URSS. Finalizados sus estudios en Cambridge, Burgess se incorporó al personal de la British Broadcasting Corporation (BBC), donde trabajó desde 1938 a 1941 para pasar luego, ya como oficial incorporado al MI6 (el espionaje inglés), pasando a trabajar en el ministerio de Relaciones Exteriores. Allí logró trabajar para Hector McNeil, adjunto del ministro Andre Bevin. Desde ese puesto tuvo acceso a información importante sobre la política exterior británica del final de la guerra y de los planes angloestadounidenses para después de ella. En 1950 fue designado segundo secretario del embajador británico en Washington, pero pronto se vio envuelto en líos debido a su promiscua homosexualidad y su afición al alcohol. Fue enviado de regreso a Inglaterra, donde permaneció mientras concretaba su plan de huida hacia la URSS, en 1950, junto con otro de los camaradas del círculo de Cambridge, Donald Maclean. Llamativamente, el paradero de ambos permaneció desconocido hasta 1956, cuando aparecieron dando una conferencia de prensa en Moscú, anunciando que ambos vivían como comunistas en la capital soviética. Burgess justificó sus actos de espionaje y su escape a la Unión Soviética como «un intento de mejorar las relaciones con Gran Bretaña».
Digresión 2:
Donald Duart Maclean (1913-1983) fue el menos conocido de Los cinco. Al parecer el poder británico trató de mantener oculta toda información sobre él cuando fue descubierto, por ser el hijo de un conocido político británico, el presidente del partido Liberal, sir Donald Maclean, que llegó a ser presidente de la oposición después de la Primera Guerra y Ministro de Educación. La destacada carrera universitaria de su hijo le había abierto las puertas del servicio diplomático británico. Entre 1944 y 1948 Maclean se desempeñó como primer secretario de la embajada en Washington, lo que le permitió pasar valiosa información a la URSS sobre los secretos atómicos estadounidenses. Cuando estos comenzaron a sospechar de él, aprovecharon su creciente adición alcohólica para solicitar su traslado. Fue designado en la embajada de El Cairo. Allí, Maclean pasó información sobre el proyecto del Plan Marshall y sobre los planes de la creación del Fondo Monetario Internacional. Cuando el FBI estaba decidido a detener a Maclean, sus camaradas del círculo le advirtieron del peligro, por lo que huyó a Moscú, donde permaneció hasta su muerte por un infarto en 1983.
Como agente de rango inferior del MI6 recién egresado de la universidad, Burgess usó sus contactos en la BBC para penetrar en los organismos de inteligencia británicos. Pudo lograr que le encargaran varios trabajos. Y llegó incluso a ser uno de los contactos entre el primer ministro inglés, Neville Chamberlain, y el de Francia, Edouard Daladier. Pero poco satisfecho con sus propios avances, dimitió en 1938 para ser reincorporado en la inteligencia británica, que por fortuna nunca investigó nada de su vida personal. Su posición social y las recomendaciones de su círculo de amistades fueron suficientes. Cuando la Segunda Guerra estalló, Burgess fue destinado a la sección D, encargada de los asuntos soviéticos, por recomendación del doble espía Kim Philby. Pero Burgess duró poco en su nuevo trabajo: en 1940 fue detenido por conducir borracho, cargo que le fue retirado a cambio de una multa, pero debió renunciar a la agencia. Volvió a la BBC y se hizo cargo de un programa de entrevistas que presentaran una nueva imagen de la Unión Soviética, una buena imagen ahora que era aliada de Gran Bretaña en la guerra. También estuvo a cargo de un programa político («The Week in Westminster»), que le abrió las puertas del Parlamento británico y a toda la información que podía extraer desde el corazón mismo de la política del país. En 1944 aceptó encantado un puesto en el departamento de prensa de Relaciones Exteriores. Sus contactos con periodistas y diplomáticos le permitieron acceder a información importante sobre los planes para la Conferencia de Yalta de marzo de 1945, información que pasó rápidamente a los rusos. Era información sobre los planes británicos y estadounidenses para después de la guerra, e incluso de operaciones pensadas para una posible guerra con la URSS. Pese a que los soviéticos sabían que Burgess solía emborracharse en las reuniones, y que hasta llegaba de presumir de que trabajaba para la URSS, lo recompensaron con un miserable bono de 250 libras esterlinas por esta información. Uno de los viejos amigos de Burgess, Hector McNeil, que había sido afiliado comunista en las épocas universitarias pero luego había cambiado de ideas y se convirtió en un duro anticomunista, había sido electo diputado en las elecciones de 1945 y luego se convirtió en el segundo de Ernest Bevin, el nuevo ministro de Relaciones Exteriores inglés. Burgess aprovechó esta circunstancia y la admiración que McMeil le profesaba por su sofisticación e inteligencia para que lo designara en un alto cargo en el ministerio, especialmente en una oficina cuyo objetivo era contrarrestar la propaganda soviética. Pero pronto se dieron cuenta de que era un «sucio, borracho y ocioso» y lo mandaron de regreso a la oficina de McNeil. Realmente Burgess era extremadamente descuidado con su aspecto personal. Tenía manchas de comida en todos sus trajes arrugados y aliento a alcohol y ajo permanentemente. Sin embargo, siempre llevaba su corbata Old Etonian (de color azul claro y negro) símbolo de los estudiantes de Eton. Y en realidad, la aristocrática escuela pudo tener relevancia en el hecho de que Burgess se convirtiera en un espía soviético, no porque la escuela alentara esa tendencia, sino porque su pertenencia infunde a los alumnos un sentido exagerado de ser poseedores de derechos excepcionales. El hecho es que, pese a todo, Burgess consiguió acompañar a ministro de RREE Anthony Eden a Bruselas cuando se firmó el tratado que conduciría a la formación de la Unión Europea. Luego fue designado en un puesto en China, poco antes del triunfo del partido Comunista en 1949, y Burgess destacó como un férreo defensor del reconocimiento de la República Popular, y hasta es posible que haya influido en la posición británica al respecto. En 1950 fue destinado a Washington, como segundo secretario de la embajada, lugar al que Kim Philby había llegado poco antes para desempeñarse como jefe de la estación del MI6.
Digresión 3:
Kim Philby fue probablemente el más inteligente y audaz de Los cinco. Su padre era un estudioso del mundo árabe, antisemita y sospechoso de simpatizar con los nazis. Philby se hizo comunista durante su paso por el Trinity College de Cambridge. En 1933 fue a Austria para ayudar a los refugiados que huían del nazismo y se casó con una judía en un matrimonio por conveniencia para salvarla de la persecución. Cuando regresó de Austria en 1935, por recomendación de los soviéticos, comenzó a cultivar la apariencia de un hombre de derechas para poder entrar en la inteligencia británica. Poco después, vino a España para cubrir la guerra civil desde el lado «nacional», contratado por el diario The Times como corresponsal de guerra. Su operador soviético había sido encargado por la OGPU (antecesora de la KGB) para asesinar a Franco, y es posible que Philby estuviera implicado en la trama. Pero el plan fracasó y Philby prosiguió con su trabajo de periodista en el bando franquista, y cuando resultó levemente herido en la frente… por un proyectil ruso! fue condecorado por el propio Franco con la Cruz Roja al Mérito Militar. Como miembro del MI6 estuvo luego destinado en el servicio diplomático para hacerse cargo de la estación local en Washington. Cuando Burgess y Maclean desertaron, Philby fue interrogado varias veces, pero fue respaldado por el entonces ministro de Relaciones Exteriores, Harold Macmillan. Pero presionado por las investigaciones de los estadounidenses, Philby prefirió desertar a la URSS en 1963, donde murió en 1976 a los 88 años de edad.
Desde que llegó a Washington, Burgess había agudizado su alcoholismo, y sus hábitos descontrolados habían causado más de un bochorno a la embajada. Pese a todo, seguía manteniendo la confianza de sus jefes. Y por eso pudo trabajar en el consejo interaliado que planeaba las acciones de guerra en Corea, por lo que los soviéticos estaban bien informados de los planes estratégicos estadounidenses. Sus servicios de contrainteligencia estaban a punto de desenmascarar a Donald Maclean, y Philby y sus operadores soviéticos estaban convencidos de que si esto sucedía Maclean se quebraría y pondría en peligro toda la operación del espionaje soviético. Burgess fue el encargado de organizar la deserción de Maclean desde Londres a Moscú. . Pero como en Londres las autoridades del ministerio le pidieron explicaciones a Burgess por su mal comportamiento en Washington, Burgess pensó que lo mejor era unirse a Maclean en su escape a Moscú. Resulta llamativo que los ingleses no tuvieran sospechas de que Burgess también era un espía, y por eso sus reclamos eran de orden ético y estético. En las reuniones con el operador soviético, Burgess no dijo nada sobre su posible huida, y le había prometido a Philby que no se iría, porque ambos sabían que una deserción doble dejaría al valioso Philby en una posición comprometida. Pero finalmente los soviéticos dieron su aprobación para que los dos espías se fueran de Londres, pensando en salvar lo que quedaba de la red de espionaje. Cuando las autoridades de Exteriores fijaron la fecha del 28 de mayo de 1951 para iniciar el interrogatorio de Maclean, Philby informó de esto a Burgess para que pudieran escaparse. Ambos espías huyeron en un periplo que los llevó a Francia, luego a Suiza y de allí a Praga, para recalar finalmente en Moscú. Nadie del gobierno británico hizo comentarios sobre el tema, hasta que un periódico publicó el suceso y entonces hubo que hacer una declaración. La ridiculez inglesa disfrazada de elegancia solo alcanzó a afirmar en la Cámara de los Comunes que «los diplomáticos ausentes no se llevaron consigo documentos secretos», sin siquiera aclarar el lugar donde se refugiaron.
Digresión 4:
Los dos desertores fueron alojados en la pequeña ciudad rusa de Kúibyshev, que entonces no tenía más de 30.000 habitantes. En 1951 les concedieron la ciudadanía soviética, aunque Burgess nunca se adaptó a la nueva realidad. No buscó empleo ni aprendió el idioma. Se dedicaba a beber y leer. Su adicción al alcohol lo llevó a sucesivas internaciones, hasta que falleció el 30 de agosto de 1963 a causa de una insuficiencia hepática aguda.
Digresión 5:
El «quinto hombre» del círculo era John Cairncross. Nunca tuvo la glamorosa publicidad que tuvieron los otros amigos de Cambridge, pero fue sin duda el que antes, durante y después de la Segunda Guerra pasó a los soviéticos la información más valiosa. A diferencia de los otros, era un hombre oscuro aburrido, raro e incapaz de hacer amistades. Pero logró infiltrarse en Exteriores, en las oficinas del Tesoro, en la de uno de los ministros de Churchill, en la agencia encargada de la captura y desciframiento de los mensajes transmitidos por radio a la embajada en Moscú, y finalmente en el MI6. Tal vez haya sido el primero de los espías atómicos británicos, porque tuvo acceso a información científica sobre los planes angloestadounidenses para construir la bomba. Fue descubierto por la contrainteligencia británica recién en 1964, e hizo una confesión de su historia como espía. Su cooperación le permitió seguir en libertad sin ser molestado, hasta su fallecimiento de 1995.