8 de mayo de 2021: 141 aniversario de su fallecimiento.

Gustave Flaubert es uno de esos escritores que sacrifican todo en honor a la perfección de su arte. Escribía lenta y minuciosamente. Trabajaba hasta encontrar la palabra exacta que buscaba, la palabra justa (la just mot), explorando la perfección. De esa búsqueda surgen sus obras maestras, como Madame Bovary y La educación sentimental. Como dice Borges, “agonizó para producir una obra avara y preciosa” gracias a la cual debemos obras como la de Mallarmé o la del “casi infinito irlandés que tejió el Ulises”.

Gustave Flaubert nació el 12 de diciembre de 1821 en la ciudad de Rouen, Francia. Fue el segundo de los dos hijos de un padre cirujano y una madre de familia perteneciente a la gran burguesía provinciana. No fue un niño demasiado preocupado por sus estudios, pero en cambio se mostró desde la escuela interesado en la literatura, y publicó su primer trabajo en 1837. Después de cursar el baccalauréat (bachillerato) ingresó a la universidad e inició sin mucho entusiasmo la carrera de Derecho en París. Finalmente, en 1844, renunció a continuar unos estudios que no le interesaban en absoluto para dedicarse plenamente a la literatura. Después de un ataque de epilepsia, enfermedad que siempre trató de ocultar, se fue a vivir con su madre, que había enviudado en 1846, a la ciudad de Croisset, cercana a Rouen, lugar en donde viviría hasta el final de su vida. Allí comenzó a escribir La educación sentimental que recién se publicaría veintitrés años después, en 1869.

Digresión 1:

La educación sentimental es una de las mayores novelas del siglo, que Flaubert comenzó a escribir en 1846 y que tuvo varias reescrituras, por lo que recién se publicó casi al final de su vida. La novela sucede durante el período que va entre la revolución de 1848 y el segundo imperio, el de Luis Napoleón Bonaparte. Es posible que la trama amorosa, la relación de un joven con una mujer mayor que él, se inspirase en las experiencias del propio Flaubert. Pero quizás lo más interesante sea el análisis penetrante y certero de la burguesía francesa que guió esta transición, del mundo de los grandes negocios y de la especulación financiera, así como de las reacciones sociales a esta despiadada realidad social.

El de 1846 fue un año muy difícil para Flaubert. Fue el año en que murió su padre y también su hermana. También el año en que Flaubert conoció a la poeta Louise Colet, con la que tuvo una relación sentimental llena de dificultades pero que duró cerca de diez años y con la que mantuvo una profusa correspondencia, muy reveladora de las ideas de Flaubert y de sus observaciones sobre la vida y sobre su propia escritura. “Hay que desconfiar de todo lo que se asemeja a la inspiración. Hay que leer, meditar mucho y escribir lo menos posible. Hasta dar con las palabras precisas, adecuadas”. También decía “me rehúso a apresurar mi frase”. Solía trabajar hasta tarde en la noche, pero después de dar por finalizada la tarea literaria escribía largas cartas a Louise, en las que exponía todas sus ideas y pareceres sobre todo tipo de asuntos, desde cuestiones domésticas hasta reflexiones sobre política francesa. El escritor francés Guy de Maupassant, que se declaraba discípulo de Flaubert, escribió: “para bien o para mal Flaubert fue un hijo del periodismo moderno. Su erudición, por consiguiente, fue casi un obstáculo para su producción. Heredero de la vieja tradición de los antiguos ilustrados, que eran en primer lugar sabios, poseía una prodigiosa erudición. Además de su inmensa biblioteca de libros, que conocía como si acabara de leerlos, conservaba una biblioteca de notas tomadas por él mismo de todas las grandes obras imaginables consultadas en instituciones públicas o en cualquier lugar donde descubriera algo que despertara su interés. Daba la impresión de que se sabía de memoria aquella biblioteca de notas, Citaba las páginas y los párrafos en los que se encontraba la introducción buscada, consignada por él diez años atrás, porque tenía una memoria prodigiosa”.

Digresión 2:

George Sand (o Aurore Dupin) fue otro de los grandes amores de Flaubert. A George Sand se la conoce por la extravagancia de vestirse como hombre a mediados del siglo XIX, o por la serie de amantes famosos que pasaron por sus brazos. Además de Flaubert, Sand tuvo un apasionado romance con el poeta Alfred de Musset, y también con el músico Federico Chopin. Pero en realidad, ella merece más ser reconocida como una gran pensadora, una militante feminista de avanzada y una escritora poseedora además de una gran cultura. Flaubert conoció a Sand en 1857. Ella tenía diecisiete años más que él. Tuvieron una correspondencia asidua hasta la muerte de ella en 1876. Además de tratar temas literarios, las cartas trazan un cálido diálogo que revelan la gran admiración que sentían el uno por el otro y conforman una obra alabada por otros grandes escritores y críticos. A ella le confesó en una carta de 1875 que “siempre me he esforzado en ir al alma de las cosas y detenerme en lo más común, y me he alejado a propósito de lo accidental y lo dramático. ¡Nada de monstruos ni de héroes!”.

En 1851, de regreso de un largo viaje por Europa y Oriente, comenzó a escribir su magistral novela Madame Bovary, que le llevó más de cinco años de concentración narrativa y suplicio estilístico. La novela se publicó primero en folletín en 1857 y causó el horror de la censura francesa, que inició acciones legales contra el autor y el editor de la obra. Casualmente, el mismo tribunal que finalmente declaró inocentes a Flaubert y su editor juzgó al mismo tiempo a Charles Baudelaire por atentar contra la moralidad con Las flores del mal. La prohibición que pesaba sobre los poemas de Baudelaire se levantó recién en 1949. Cuando apareció Madame Bovary en formato de libro tuvo una buena acogida pero las ventas fueron bastante reducidas: 29.000 ejemplares en los primeros cinco años. Sin embargo Flaubert pudo pagarse un viaje a las ruinas de Cartago, en Túnez, para documentarse para su siguiente novela, Salambó, que recién pudo terminar después de cuatro años de trabajo. La novela fue un gran éxito, y la sociedad parisina la convirtió en la lectura de moda.

Digresión 3:

Según Flaubert, Bovary se inspiró en “uno de esos incidentes de los que la vida burguesa está llena”. Su principal y más conocida novela fue publicada en 1857, tras cinco años de cuidadosa y sufrida elaboración. Sumaron 4.500 páginas manuscritas, que describen con cierta ferocidad las costumbres de la pequeña burguesía francesa de provincias durante el segundo imperio, y su crudo realismo generó un gran escándalo cuando apareció. De inmediato, como era costumbre, se le inició un proceso por “haber escrito una obra que va contra la moral pública y religiosa y las buenas costumbres”. Pero como ya hemos dicho, Flaubert ganó el juicio, demostrando que sus personajes y situaciones, desde Bovary, su marido, el farmacéutico y los amantes de Emma, eran fruto de su investigación, de la lectura de tratados de medicina, y fundamentalmente por haber sido recogidos en los testimonios de los pobladores de las aldeas.

Como dato curioso, dejo anotado que la primera traducción al inglés publicada después de la muerte de Flaubert fue realizada por Jenny Marx, la hija de Karl Marx, que era un admirador de la novela. Como sabemos, Emma Bovary termina suicidándose en la novela, acto que también cometió la hija de Marx.

Digresión 4:

La última obra que escribió Flaubert y dejó inconclusa fue Bouvard y Pécuchet , publicada póstumamente en 1881. Es una sátira sobre la superficialidad del conocimiento humano y sobre el triunfo de la mediocridad. La obra quedó lamentablemente inacabada. Jorge Luis Borges tenía predilección por Flaubert. “Yo lo quiero mucho a Flaubert, a pesar de que no soy lector de novelas. Pero no haber leído a Flaubert hubiera sido un error, yo me hubiera empobrecido si no lo hubiera leído” (Jorge Luis Borges y Osvaldo Ferrari, “En diálogo”, I). Le dedicó a Flaubert dos ensayos, que es más de lo que escribió sobre cualquier otro escritor, lo que revela el interés y la profundidad de su lectura: Vindicación de “Bouvard y Pécuchet” y “Flaubert y su destino ejemplar” (Obras Completas, T. 1, Emecé Editores, Barcelona 1989, p. 259 y 263 respectivamente). En esas breves páginas, Borges señala lo polémico que fue el libro cuando se publicó: que sus dos protagonistas lean toda una biblioteca “para no entenderla” no fue recibido con beneplácito. En sentido contrario, el escritor argentino valora que Flaubert haya “tenido la precaución de confiar sus últimas dudas y sus más secretos temores a dos irresponsables”, y remonta el recurso a la influencia de Herbert Spencer (para quien el conocimiento humano solo puede ser relativo mientras el universo es “inconocible”), a la mordacidad de Jonathan Swift y a toda una tradición en la que son los tontos y los locos los que dicen la verdad, los portadores de sabiduría. Otro elemento que resalta Borges es la noción de tiempo en una novela donde “nada ocurre” a pesar de estar “poblada de circunstancias”.

Para quien se interese, existe una traducción al castellano de Bouvard y Pécuchet, con la mencionada “Vindicación…” como prólogo.

Gustave Flaubert murió al borde de la miseria, como consecuencia de deudas impagables y dependiendo de la caridad de sus amigos. Fue como consecuencia de un derrame cerebral el 8 de mayo de 1880 en Croisset. Y aunque tenía el aspecto de una persona mucho mayor, tenía solamente 58 años.

Flaubert en el cine

La exitosa novela de Gustave Flaubert, Madame Bovary, fue inevitablemente llevada al cine varias veces, con suerte diversa.

El director francés Jean Renoir filmó en 1933 una pulcra versión de la novela.

En 1947 se estrenó en Buenos Aires la película Madame Bovary, dirigida por Carlos Schlieper, protagonizada por la entonces famosa Mecha Ortiz y el galán Roberto Escalada.

Hollywood no podía quedarse atrás, y en 1949 se estrenó la versión estadounidense, dirigida por Vincent Minnelli, con Jennifer Jones, James Mason y Louis Jourdan en los papeles principales.

En 1991, un octogenario Claude Chabrol, uno de los iniciadores de la Nouvelle Vague, dirigió la versión francesa, que tuvo a la magnífica Isabelle Huppert como protagonista.

La versión más reciente es la de la directora estadounidense Sophie Barthes, que en 2014 dirigió a Mia Wasikowska y Paul Giamatti en esta producción.

GUSTAVE FLAUBERT
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