29 de mayo de 2020, 128 años de su nacimiento.

Tal vez a muchos no les resulte familiar el nombre de la poeta argentina Alfonsina Storni. Sin embargo, en las décadas de 1920 y 1930 fue una muy reconocida y prestigiada voz de la poesía latinoamericana. Generalmente, la crítica literaria coloca a Alfonsina en el mismo nivel que a la premio Nobel chilena Gabriel Mistral, y la uruguaya Juana de Irbarborou. Con Alfonsina, también, incluimos una mujer en esta galería de personajes trágicos.

Alfonsina Storni nació en Capriasca, una ciudad cercana a Lugano, en la Suiza de habla italiana. Sus padres se habían establecido en San Juan, Argentina, en 1880, donde abrieron una fábrica de cerveza. Después de un hijo y una hija, regresaron a Suiza, y allí nació Alfonsina, el 29 de mayo de 1892. Cuando la cervecería empezó a ir mal el padre, “melancólico y huraño”, cayó en el alcoholismo. La madre, que era maestra, pasó a ser entonces la que tomó las riendas de la familia. Alfonsina tuvo que trabajar desde los 10 años, y a los 12 empezó a escribir sus primeros versos. Lavó los platos de un café, fue obrera en una fábrica de sombreros y gorras, hasta que se incorporó a una compañía teatral, y sale de gira como actriz por varias provincias. Sin embargo, pudo terminar sus estudios de maestra rural. En 1911 se estableció en Buenos Aires, en donde nació su hijo, Alejandro, sin padre conocido. Después de vagar por algunos trabajos muy mal remunerados, consiguió empleo en una fábrica de aceite (curiosamente, como “corresponsal psicológico”, con responsabilidad en la redacción de cartas y algunos anuncios publicitarios). Por recomendación de alguien influyente, pudo publicar algunos artículos en la revista Caras y Caretas, de amplia difusión en esos años. De sus colaboraciones en la revista, surgió su vinculación con escritores como el uruguayo José Enrique Rodó, el mexicano Amado Nervo (que fue embajador de su país en Argentina), y el político argentino Manuel Ugarte. En viajes a Montevideo, conoció a la poeta Juana de Ibarbourou, con quien estableció una firme amistad., y al también escritor Horacio Quiroga. La publicación de algunos de sus poemas en la revista Mundo Argentino fue un gran paso adelante en su carrera. Allí publicaba Amado Nervo, dentre otros. Pero como la actividad literaria no era suficiente para permitirle vivir, retomó su profesión docente, y llegó a ser directora de una escuela de Buenos Aires. En 1916 había publicado su primer libro de poemas: “La inquietud del rosal”, cuyo tema principal es el amor y la melancolía. Quinientos pesos por quinientos ejemplares, que nunca pagó porque no pudo reunir el dinero. Sobre su contenido, impregnado por el modernismo de Darío, ella dijo que “por mucho que reniegue de mi primer modo, sobrecargado de mieles románticas, debo reconocer, sin embargo, que traía aparejada la posición crítica, hecho universalmente difundido, de una mujer del siglo XX frente a las tenazas todavía dulces, y a la vez enfriadas, del patriarcado”.

El joven de 26 años Jorge Luis Borges (v. Textos recobrados, ed. Emecé, Buenos Aires 1997, pág. 231) en una reseña de 1925 de un libro de la escritora Nydia Lamarque, se refirió a la poesía de Alfonsina en términos de “chillonerías de comadrita que suele inferirnos la Storni”. Con “comadrita” Borges quería decir mujer de los bajos fondos, la “chusma”. Y referirse a ella como a “la Storni” le da un sello de clase, y es totalmente despectivo. Borges siempre marcó claramente sus diferencias con otros escritores y poetas, y no tenía empacho en calificarlos con sarcástica ironía cuando no le gustaba su obra. Pero al mencionar a Alfonsina le otorgaba una distinción que no siempre tenía con otros, a quienes simplemente los ignoraba. Años después, en una entrevista radial que le hiciera un conocido locutor, Antonio Carrizo, en 1978, dijo que Alfonsina Storni era “una superstición argentina”.

En 1920 ganó el Premio Municipal de poesía y resultó segunda en el Premio Nacional. Entre 1926 y 1934 escribió varias obras de teatro que no tuvieron mucho éxito. En 1934 apareció Mundo de siete pozos que abrió una nueva etapa en su producción poética. Su poesía se había hecho más intelectual y profunda, sin respetar la estrofa clásica. Pero siempre mantuvo su defensa de la mujer y de su libertad. Nunca tuvo reparos en presentarse como una madre soltera, porque sentía que eso era parte de su lucha por la igualdad femenina.

En 1935 le habían descubierto un cáncer de mama. El dolor físico, sumado a su neurosis, ya no la dejaría hasta su muerte. Cansada y dolorida, viajó varias veces a la ciudad de Mar del Plata donde se recluyó. En los últimos días escribió cartas a varias amigas, y en la última dirigida a su hijo, incluyó su último poema: “Presentimiento”.
Tengo el presentimiento que he de vivir muy poco.
Esta cabeza mía se parece al crisol,
Purifica y consume.
Pero sin una queja, sin asomo de horror,

En la madrugada del 25 de octubre de 1938 salió del hotel en el que se alojaba, subió al muelle de la playa cercana y se arrojó al mar. Su cuerpo sin vida lo encontraron unos trabajadores, flotando en el mar. Su entierro en Buenos Aires reunió a una multitud, y los homenajes se sucedieron tanto en Argentina como en otros países. Hoy hay una bella estatua de Alfonsina en la playa donde se suicidó.
Curiosamente, en 1937 se había suicidado su más íntimo amigo, el escritor uruguayo Horacio Quiroga, también enfermo de cáncer.

Alfonsina nació a la poesía con los versos modernistas de Rubén Darío, que había abierto un nuevo mundo con un lenguaje distinto, que Alfonsina adoptó como propio a pesar de que su lengua materna era el italiano. Pero a diferencia del poeta nicaragüense, suplantó las ensoñaciones del mundo griego por la vida del hombre y de la mujer del mundo real. La gris sordidez de la gran ciudad es el tema recurrente de su poesía. Tuvo mucha popularidad en los últimos años, aunque hoy no se la recuerda como merece. Su poema más famoso fue Tú me quieres blanca, que comienza:

Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.

ALFONSINA STORNI
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