16 de octubre de 2020: 166 aniversario de su nacimiento.

En la noche del 6 de agosto de 1865 el Parlamento británico discutía una aburrida propuesta de aumento en la edad mínima de consentimiento sexual (de trece a dieciséis años) cuando el diputado del Partido Liberal, Henry Labouchère propuso modificar la ley contra la sodomía de 1861, añadiendo una cláusula que extendiera ese delito a cualquier conducta homosexual entre varones. La cláusula se aprobó sin objeciones. El diputado era conocido por ser el más reaccionario de los liberales, que consideraba una amenaza para la sociedad al movimiento sufragista, a la presencia de judíos en la vida pública británica y a la corrupción moral que brotaba de la prostitución y la homosexualidad. En 1882, cuando Oscar Wilde comenzó una exitosa gira de conferencias por Estados Unidos, Labouchère elogió en varios artículos de prensa al poeta y dramaturgo, llamándolo “el mejor escritor de Europa y un notable caballero”. Wilde le devolvió los elogios, sin saber que la ley propiciada por Labouchère serviría de base jurídica para su condena a dos años de trabajos forzados en 1895 y a la miseria y a la muerte en 1900.

Oscar Fingal O’Flahertie Willis Wilde nació en Dublin, que era entonces parte del Reino Unido y hoy es la capital de la República de Irlanda, el 16 de octubre de 1854. Fue el segundo de los tres hijos de sir William Wilde, un destacado cirujano especialista en enfermedades oculares y del oído, y de Jane Wilde, una conocida poeta partidaria del nacionalismo irlandés. Como correspondía a un hijo de una familia adinerada y culta de la época, fue educado en su casa hasta los nueve años. En 1871 fue aceptado en el Trinity College de Dublin, donde estudió letras clásicas durante tres años. Ganador de medallas y premios, pudo obtener una beca para seguir sus estudios en Oxford, donde obtuvo el título de Bachelor of Arts en 1878, con las mayores calificaciones posibles. Estudiando en Oxford comenzó a publicar algunos poemas, consiguiendo varios premios con algunos de ellos y ganando cierta notoriedad entre los círculos académicos. En 1881 reunió sus trabajos poéticos, que publicó en un tomo que llevó el poco original título de Poemas. El libro tuvo cierto éxito, y se reimprimieron cuatro ediciones en poco tiempo. Después de un desengaño amoroso (su novia lo dejó para casarse con Bram Stoker, el que sería autor de Drácula), se fue de Dublin y se instaló en Londres donde, aparentemente con ganas de casarse, conoció a Constance Lloyd, hija de un consejero de la reina Victoria y con una dote suficiente como para que la pareja pudiera vivir sin trabajar, con la que se casó. Para entonces, la actividad literaria de Wilde estaba en plena efervescencia. En 1882 realizó una gira por Estados Unidos dictando entretenidas conferencias y presentándose como un personaje novedoso y contestatario. También incursionó en el teatro, aunque sin éxito. En 1887 apareció una compilación de sus cuentos, The Happy Prince and Other Tales (El príncipe feliz, que fue traducido por Jorge Luis Borges al castellano cuando contaba con 9 años de edad, en 1908). Su famosa novela El retrato de Dorian Gray se publicó en 1890, y poco después se estrenó la comedia de enredos El abanico de lady Windermere, que tuvo un enorme éxito. Su otro gran suceso teatral fue La importancia de llamarse Ernesto (The Importance of Being Earnest), estrenada en 1895.

Digresión 1:

El conocido apotegma de que “la realidad supera la ficción” no formaba parte del bagaje de los partidarios de la corriente esteticista, de la que Wilde era parte. Para él, el arte existe para la exaltación de la belleza y la inteligencia, por encima de la moral y de los conflictos sociales. El artista, decía, debe crear realidades, no copiarlas. Alimentarse de la realidad, pero construir con su imaginación.

Digresión 2:

Varias películas se filmaron basadas en El abanico de lady Windermere. En 1925 se filmó una temprana, muda, dirigida por Ernst Lubitsch e interpretada por Ronald Colman. Le siguió en 1948 una película argentina, Historia de una mala mujer, dirigida por Luis Salslavsky e interpretada por la mexicana Dolores del Río. Y en 1949 Otto Preminger dirigió The fan (El abanico) con Jeanne Crain, George Sanders y Richard Greene. Una más reciente, de 2004, A good woman (Una buena mujer) fue dirigida por Mike Barker y protagonizada por Helen Hunt y Scarlett Johansson.

Con El retrato de Dorian Gray se hicieron dos prescindibles películas. La primera, de 1945, la dirigió Albert Lewin, y fue interpretada por Hurd Hatfield, George Sanders y Angela Lansbury. La otra, de 2009, dirigida por Oliver Parker, fue interpretada por Ben Barnes y Colin Firth.

La obra teatral de Wilde más conocida es, sin duda, La importancia de llamarse Ernesto, curiosa traducción al castellano del título de la obra The Importance of Being Earnest, que sería más acertado traducir como La importancia de ser honesto o de ser formal. La traducción de la obra al castellano hecha por el mexicano Alfonso Reyes tuvo la ocurrencia de cambiar el nombre del protagonista para hacer el juego de palabras: la llamó La importancia de llamarse Severo, aunque difícilmente podría traducirse así el nombre del protagonista de la obra original, llamado Jack.

Cuando se encontraba en la cúspide de su fama, apenas cuatro meses después del estreno de La importancia de llamarse Ernesto en 1895, se desencadenó el hecho que cambió el rumbo de su vida. Wilde mantenía una relación con Alfred Douglas, el joven hijo del marqués de Queensberry que se horrorizaba por esa “escandalosa” relación. Para provocarlo, le envió una carta ofensiva que dejó públicamente en la recepción del club que frecuentaba la pareja. La carta estaba dirigida “for Oscar Wilde, posing somdomite” (para Oscar Wilde, que presume de ser somdomita”, con errata incluida. Alentado por su amante y seguramente también por razones ortográficas, Wilde llevó la carta al tribunal de justicia local, y demandó civilmente al marqués por calumnias. Cuando el juicio se llevó adelante, Wilde tuvo una actitud condescendiente y altanera, que no le resultó favorable frente a un jurado que actuó finalmente con la hipocresía y la doble moral de la sociedad victoriana, que admitía que las clases altas llevaran una vida despreciable mientras no se exhibiera públicamente. Wilde perdió el juicio, lo que permitió a Queensberry demandarlo penalmente por “sodomía y grave indecencia”. Wilde tuvo la oportunidad de irse de Inglaterra antes de que se dictara la sentencia, como le aconsejó su amigo Bernard Shaw. Invitación a la que Wilde contestó: “uno no puede estar marchándose continuamente al extranjero, a menos que sea misionero o viajante de comercio, lo que es más o menos lo mismo”. Como era previsible, Wilde fue condenado a dos años de trabajos forzados y a pagar una alta indemnización para el marqués. “Cuando escribo un libro o una obra de teatro sólo me interesa la literatura, es decir, el arte. No me pongo como objetivo hacer el bien o el mal, sino crear algo que tenga cierta calidad y belleza”, les explicó a los jueces de su proceso.

Digresión 3:

Queensberry, cuya mayor notoriedad la alcanzó al establecer las reglas para el boxeo profesional, descendía de otros notables personajes. En el siglo XVIII, el marqués de entonces fue encarcelado por sufrir problemas psicológicos. Escapó de su celda, se refugió en la cocina de la prisión donde mató al cocinero y cocinó su cadáver. Con el marqués del XIX las cosas no mejoraron. Murió de un disparo que, accidental o intencionadamente, se disparó con su escopeta en una cacería. Uno de sus hijos murió escalando los Alpes, y el segundo se cortó la garganta en un hotel londinense. El Queensberry que le tocó en suerte a Oscar Wilde, también sufrió la maldición familiar. Su primer hijo también murió en un accidente de caza en 1894, después de que se descubriera y se ocultara que mantenía una relación homosexual con el ministro de relaciones exteriores de entonces, Lord Rosebery. Para completar el amoroso cuadro de familia, cabe destacar que el hijo que fuera el amante de Wilde, Alfred “Bosie” Douglas, terminó casándose en 1902 y teniendo un hijo que fue apodado, vaya a saber uno por qué razón, “el loco demente”.

Los dos años que Wilde pasó en Reading, una lúgubre cárcel inglesa muy dura para cualquiera que purgara su pena en ella, fueron realmente ruinosos para la salud y la integridad de una persona como Wilde. Lo obligaban a realizar tareas pesadas e inútiles, como trasladar grandes piedras de un lugar a otro y a desatar nudos de sogas hechas con crines de caballos, apenas pudo recibir algunas vistas y no podía enviar cartas, además de que su esposa Constance decidió irse de Londres con sus hijos y cambiar sus apellidos por el de Holland. Las representaciones de sus obras fueron prohibidas, y cualquier cantidad proveniente de sus trabajos debía ser ingresada en las cuentas de Queensberry, por lo que Wilde no podía pagar sus cuentas, y los acreedores aprovecharon para demandarlo también. Amargado por todo esto, Wilde trabajó en una extensa carta de amor y reproche para Alfred Douglas, que llamó De profundis, y que nunca pudo enviarle. Recién se publicaría después de su muerte, en una versión reducida en 1905, y la versión completa recién fue publicada por el hijo de Oscar Wilde, Vyvyan Holland, que apareció en 1949. Su último poema fue La balada de la cárcel de Reading, que se publicó en 1897, cuando salió de la prisión y se refugió en Francia. Sobrevivió apenas dos años, y murió en la miseria en París el 30 de noviembre de 1900, a los 46 años, por una infección en un oído que, sin la atención médica adecuada se extendió luego a su cerebro. Cuenta la leyenda que en su lecho de muerte pronunció su último epigrama: “estoy muriendo por encima de mis posibilidades”.

Digresión 4:

Parece increíble que recién en 2019 el parlamento británico aprobara la “Ley Alan Turing”, que “perdonaba” póstumamente a los homosexuales fallecidos y concedía un “perdón automático” a los vivos que hubieran sido condenados por ello, suprimiendo estos antecedentes de sus expedientes. Entre los 50.000 “beneficiados” se encontraba por supuesto Oscar Wilde, y también Alan Turing, el matemático padre de la informática moderna que logró romper el código Enigma que utilizaban los nazis para comunicarse durante la segunda guerra mundial. Turing había sido condenado en 1952 por el delito de “indecencia grave” (para no pronunciar la palabra sodomía). Después de sufrir dos años de prisión y la castración química, Turing aparentemente se suicidó con cianuro.

Digresión 5:

Seguramente muchos de nosotros conocemos varias de las ingeniosas frases de Oscar Wilde, porque se citan frecuentemente. Entre la enorme cantidad de epigramas de Oscar Wilde, seleccioné estos que me parecen más interesantes:

Sé tú mismo, el resto de los papeles ya están tomados.

Hay solamente una cosa en el mundo peor que hablen de ti, y es que no hablen de ti.

El trabajo es el refugio de los que no tienen nada que hacer.

No soy lo suficientemente joven como para saberlo todo.

Sólo podemos dar una opinión imparcial sobre las cosas que no nos interesan, sin duda por eso mismo las opiniones imparciales carecen de valor.

Cuando la gente está de acuerdo conmigo siempre siento que debo estar equivocado.

La experiencia no es más que el nombre que le damos a nuestros errores.

OSCAR WILDE
/a>