2 de julio de 2020: 302 aniversario de su fallecimiento.
Otro polímata, como Boris Vian. Escritor, dramaturgo, pedagogo, teórico político, filósofo, músico, botánico y naturalista. Sus frases más célebres, una contenida en El contrato social: “el hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado”, la otra, presente en Emilio o sobre la educación: “el hombre es bueno por naturaleza” son conocidas en todo el mundo. Para algunos fue uno de los padres de la democracia moderna, inspirador de los líderes de la Revolución Francesa y del romanticismo. Para otros, un precursor del autoritarismo.
Jean-Jacques Rousseau nació en Ginebra, Suiza, el 28 de junio de 1712. Su madre murió en el parto, por lo que fue criado por su padre, un relojero convencido de que Ginebra era una república tan grande y justa como Esparta o como la antigua Roma. Sin embargo, no era tan grande y justa, porque tuvo que emigrar para no ser encarcelado, acusado de usar una espada que no era lo que debía llevar.
Digresión:
Los enemigos de Juan Jacobo difundieron con esmero la historia de que, casado muy joven, había tenido cinco hijos que había abandonado en un asilo, calificándolo de hipócrita por lo que sostuvo en Emilio o la educación. Lo cierto es que Juan Jacobo escribió mucho después en sus Confesiones que había procreado cinco hijos, y que para evitar que la sociedad los pervirtiera, los había entregado a la asistencia pública para que los educaran, alejados de la degeneración que vivía la sociedad. Pese a la intensa búsqueda de muchos investigadores, nunca se encontró ningún dato fiable sobre los cinco supuestos hijos de Rousseau que, por otra parte siempre mostró gran imaginación para relatar su propia historia. Pero fue Voltaire quien se encargó de difundir la versión del abandono de los hijos, para mostrar la contradicción de los dichos (ver Emilio o la educación) y los hechos.
Pero lo cierto es que el joven Rousseau huyó solo de Ginebra, abandonando a la mujer con quien convivía, y recaló en Saboya, donde tuvo la suerte de encontrar la protección de la baronesa de Warens, que lo acogió primero como mayordomo y después como amante. Pero también lo ayudó a adquirir un bagaje cultural muy vasto. Entre estos, la botánica, puesto que ella era experta en herboristería. En 1742, cuando tenía 30 años, Rousseau llegó a París donde pudo vincularse con Denis Diderot, un brillante intelectual que era uno de los editores de la Encyclopédie Francaise, por entonces un órgano de la opinión más radical y anticlerical de la sociedad parisina. Muy pronto Rousseau se convirtió en uno de ellos, colaborando con la redacción de inflamados panfletos que lo hicieron muy conocido.
También tuvo tiempo para componer una ópera, habilidad musical que adquirió con Mme. Warebs, Le devin du village (El adivino del pueblo), que atrajo la atención del rey Luis XV. Si no fuera por su calvinismo acendrado, que lo llevó a rechazar la invitación del rey para sumarse a su corte, tal vez podría haber tenido una vida muy diferente, con el favor del rey.
En sus Confessions (Confesiones, escritas mucho más tarde), en 1749, mientras caminaba por la calle, tuvo una “iluminación”, cuando se dio cuenta de que el progreso moderno había corrompido a la gente en lugar de promover el progreso. Eso lo llevó a escribir su Discours sur les sciences et les arts (Discurso sobre las ciencias y las artes, que ganó un concurso de la Academia de Dijon). Su tesis era que, aunque la gente es buena por naturaleza fue corrompida por la civilización, lo que transformó la historia de la sociedad.
Pronto quedó claro que las ideas de Rosseau y las de los enciclopedistas no eran compatibles, lo que lo llevó a distanciarse de ellos. Años después, Rousseau dijo que la Enciclopedia pecaba de un exceso inconmensurable de optimismo, porque solo confiada en el poder emancipador de la cultura.
En 1762 la publicación de la novela Emilio y del ensayo Contrato social provocaron una gran controversia y un escándalo público. El Parlamento de París ordenó su captura, lo que lo obligó a escapar, refugiándose en Suiza, pero también fue expulsado de allí, a Prusia primero y después a Inglaterra, donde fue amparado por el filósofo escocés David Hume. La protección no duró mucho. En 1766 las desavenencias entre Hume y Rousseau resonaron por toda Europa. Después de vagar por varios países de los que siempre terminaba expulsado, se instaló en Ermenonville, Francia, por consejo de sus médicos. En 1776 empezó a redactar sus Ensoñaciones de un paseante solitario, pero que quedó inconclusa por su súbita muerte, ocurrida el 2 de julio de 1778, cuando contaba con 66 años.
Sin duda, las ideas de Rousseau fueron enormemente influyentes en quienes gestaron la Revolución Francesa. Había escrito, premonitoriamente, «es del todo imposible que las grandes monarquías de Europa perduren todavía mucho tiempo». Y se reflejan claramente en las disposiciones de la Constitución francesa de 1793, que fue la primera constitución republicana francesa, redactada por la Convención Nacional y aprobada el 24 de junio de 1793. Entre otros, incluía principios como la soberanía popular, el sufragio universal entre otros derechos del hombre y del ciudadano, y el tan discutido derecho de rebelión.
Las obras de Rousseau pueden dividirse en dos grandes bloques. El primero se inicia con el Discurso sobre las ciencias y las artes, que ya mencionamos, y en el que cuestiona la concepción del progreso de los filósofos de la Enciclopedia. En el Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad de 1755, describe su idea de una filosofía de la historia y una crítica frontal del absolutismo. En el Discurso sobre la economía política, de 1755, enfrenta las ideas económicas de los enciclopedistas y de los fisiócratas. Y en el «Prefacio» de su obra de teatro Narcisse, de 1741, realizó una aguda crítica ética de la sociedad civil de su tiempo.
El segundo bloque comprende la publicación en 1762 de sus obras principales El contrato social y en la novela Emilio o la educación, que reflejan su madurez filosófica. En el Contrato social escribió: «Todo individuo se enajena, con todos sus derechos, a favor de la comunidad; porque, dándose cada uno por entero, la condición es la misma para todos los contratantes, y dándose a la comunidad, la comunidad, por acto reciproco del contrato, se da a cada uno de los individuos. Cada uno se entrega a nadie en particular, y en este cambio se gana el equivalente de todos lo que se pierde, y una fuerza mayor para conservar lo que se tiene». Y también: «El pacto social es que cada uno de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general; y nosotros recibimos corporativamente a cada miembro como parte indivisible e inalienable del todo». La idea de la voluntad general, opuesta a la voluntad divina o la del rey, es indisoluble del contrato. Muchos ven en esto el germen del totalitarismo porque presupondría un pueblo homogéneo, sin contradicciones o de lo contrario los individuos tendrían que renunciar a cualquier aspiración individual en nombre de los intereses colectivos. Pero no existe ninguna afirmación en este sentido en la obra roussoniana. Por el contrario, otros piensan que la voluntad general de Rousseau apuntaba a la construcción de un modelo moralizante con gran carga de utopía y suponía una sociedad que no estuviese escindida en grupos con intereses antagónicos y que la sociedad se movería por el impulso de la cooperación y la solidaridad.
En Emilio parte de su idea de que la naturaleza es buena y que el niño debe aprender por sí mismo en ella, que sea motivado para hacerlas por sí mismo. Con esto, atacaba la forma de educar basada en la disciplina y los castigos. Para el marxismo vulgar, “las ideas pedagógicas de Rousseau, aunque relativamente progresistas, tenían un carácter pequeño-burgués. Su ideal lo constituía un artesano honesto”. (Ver Diccionario filosófico marxista en http://www.filosofia.org/urss/img/1946dfm.pdf). Condescendiente, ¿no?
La idea de la voluntad general parte necesariamente de una asociación voluntaria de la sociedad. Esta distinción cuestiona el supuesto fundamental de la teoría de la representación de Hobbes y Locke, donde solamente una o varias voluntades particulares conocen el interés general y pueden conducir la sociedad. Solo ellas (lo que hoy llamaríamos el partido, el comité central del partido, el buró político del comité central) poseen la capacidad de representar a todos los ciudadanos, puesto que el pueblo carece de la aptitud de autogobernarse. Esta teoría de la representación es una concepción elitista que atribuye exclusivamente a una minoría la capacidad de conocer el interés común y la aptitud política para conducir al pueblo hacia este. Supone que los intereses particulares de dicha elite coinciden con el interés general. En cambio, Rousseau completa su argumento contra la versión autoritaria de la teoría de la representación señalando: «Si el pueblo promete simplemente obedecer, se disuelve en ese acto y pierde su calidad de pueblo. En el instante en que hay un amo ya no hay soberano, entonces el cuerpo político está destruido» Este texto es una importante refutación a la interpretación de quienes ven a Rousseau como un antecedente del pensamiento totalitario.
En sus últimos 10 años de vida, Rousseau produjo varios escritos autobiográficos. La mayor parte de ellos encaminados a defenderse contra las acusaciones de sus adversarios, que le habían generado una verdadera paranoia. Rousseau fue el primer gran crítico del liberalismo clásico inglés y de la Ilustración francesa. Más aun, su obra abrió un amplio espacio teórico desde el que surgió una diversidad de nuevas formas de pensamiento. Se lo considera el padre del romanticismo, y también un precursor del anarquismo y del socialismo. También, de la antropología, según reconoció el mismo Claude Levi-Strauss. Y Karl Marx, Emile Durkheim y Max Weber, creadores de la sociología moderna, reconocieron los aportes de Rousseau.
Digresión:
Rousseau se quejó siempre por enfermedades y malestares. Muchos creyeron que se trataba de malestares imaginarios producto de sus manías persecutorias. Para rebatir esas burlas, dejó claras y precisas instrucciones para que cuando muriera hicieran una autopsia exhaustiva en su cadáver para que se conocieran las verdaderas causas de sus malestares. Pero estas indicaciones no fueron atendidas, y solamente se le realizó una autopsia superficial, cuyo resultado fue el de diagnosticar que murió por una “apoplejía serosa”, porque se encontró una cantidad de líquido seroso en el cerebro. Lo que acrecentó el misterio de su muerte.
La editorial Gallimard publicó la Obra completa de Rousseau en su prestigiosa colección La Pléiade.