31 de mayo de 2021: 59 aniversario de su ajusticiamiento.
El juicio de Adolf Eichmann en Israel y su posterior ajusticiamiento siguen siendo hasta hoy un hecho polémico, porque todavía se lo justifica o se lo critica con pasión. Israel violó, sin dudas, todas las leyes de un país con el que tenía relaciones diplomáticas, secuestró a un ciudadano que poseía la nacionalidad argentina, y luego lo juzgó por leyes que no estaban legisladas en Argentina y le aplicó una pena que estaba prohibida por la Constitución de ese país. Pero es cierto también que todo el mundo sabía que Eichmann era culpable de crímenes contra la humanidad. No había ninguna duda de eso. Pero el viejo asesino nazi, el teniente coronel de las SS que organizó la logística de la matanza más horrible que conoció la historia, se justificaba diciendo que solo quería que los trenes salieran y llegaran con puntualidad.
Otto Adolf Eichmann nació en la ciudad de Solingen, Alemania, el 19 de marzo de 1906. Fue el mayor de los cinco hijos del matrimonio del contador Adolf Karl Eichmann y de Maria Schefferling, una humilde ama de casa. Por el trabajo del padre, toda la familia se trasladó a vivir en Linz, en Austria. Estudió en la escuela secundaria donde había estudiado años atrás Adolf Hitler, pero como tenía un bajo rendimiento escolar su padre lo inscribió en una escuela técnica, en la que tampoco logró un título. Los años de juventud los pasó en varios empleos menores, hasta que en 1932 por consejo del líder de las SS local, Ernst Kaltenbrunner, que más adelante llegaría a ser general de las SS y sucesor de Reinhard Heydrich cuando éste fue asesinado por la resistencia checa, Eichmann ingresó a la rama austríaca del Partido Nacional Socialista (NSDAP), solicitando la membresía para ingresar en las SS (Schutsaffel, la policía militar nazi), que obtuvo pocos meses después. Las tareas que tenía entonces como miembro del regimiento SS-Standarte 37 eran las de protección de la sede del partido en Linz y la de custodiar a los oradores en los actos partidarios. Casi siempre, esos actos terminaban en actos violentos. Cuando los nazis tomaron el poder en Alemania en enero de 1933, en Austria el partido nazi fue prohibido. En Alemania, Eichmann fue entrenado para facilitar la entrada de nazis austríacos al país y contrabandear propaganda para su distribución en Austria. Su buen rendimiento le valió un ascenso al grado de SS-Scharfürer, el equivalente de cabo en el ejército. En 1934, cansado de la “monotonía” de su trabajo, solicitó su traslado y fue asignado a una oficina dedicada a estudiar a los francmasones, en la que ayudó a crear un fichero de masones y de organizaciones masónicas alemanas. En ocasiones ofrecía conferencias sobre masonería, a la que asistían algunos altos jerarcas del partido. Uno de ellos, el barón Leopold von Mildenstein, lo invitó a integrar su departamento sobre los judíos en Berlín. Los estudios que realizó sobre el tema, y el hecho de que aprendiera un poco de hebreo y de ydish, le valió una reputación de especialista en temas judíos. Con una carrera asegurada, Eichmann se casó con Veronika Liebl y fue ascendido a teniente segundo al año siguiente.
Digresión 1:
En 1935, una de las políticas nazis sobre el tema judío era ejercer presión, violenta o económica, para hacer que los judíos se fueran de Alemania voluntariamente. Se calcula que unos 250.000 judíos de nacionalidad alemana (de un total de medio millón) salieron del país con lo puesto, porque se los obligaba a dejar en manos del Estado sus propiedades y bienes. En 1937 Eichmann acompañó a su superior Herbert Hagen en un viaje a Palestina, que estaba bajo mandato de Gran Bretaña desde el final de la Primera Guerra Mundial, para explorar la posibilidad de enviar a los judíos allí. En El Cairo se encontraron con un agente de la Haganá (organización de autodefensa judía creada en 1920 e integrada por miembros sionistas de los kibutz o comunas agrarias). Los de la Haganá estaban de acuerdo en que se enviaran judíos alemanes, pero las SS luego pensaron que esto podría conducir a la creación de un estado judío independiente.
En 1938 Eichmann ya era primer teniente de las SS, y como tal fue destinado a la Agencia Central para la emigración judía en Austria, que ya había sido anexionada a Alemania. Pero después de la invasión a Polonia en 1939, que dio inicio a la Segunda Guerra Mundial, la política alemana sobre la emigración voluntaria judía cambió por la deportación forzada. Esta decisión comenzó por agrupar en Polonia a los judíos de las áreas incorporadas al Reich (Polonia y Checoslovaquia) y unificar los distintos organismos de seguridad y la Gestapo en una nueva Oficina Principal de Seguridad del Reich, todos bajo las órdenes del SS-Obergruppenführer (el rango más alto de las SS) Reinhard Heydrich (1904-1942), que era también el Protector de Bohemia y Moravia (la actual República Checa), hombre de confianza de Hitler, o como éste lo llamó, “el hombre con el corazón de hierro”.
Digresión 2:
Heydrich fue también el responsable de los Einsatzgruppen, que eran los comandos especiales de las SS que acompañaban los avances del ejército alemán en Europa del este, y que fueron los responsables del asesinato de 1.300.000 personas (judíos, comunistas, socialistas, gitanos, intelectuales y homosexuales) en estos países. Heydrich tuvo un final inesperado: fue atacado en mayo de 1942 cuando circulaba por una avenida de Praga, protegido por sus guardias, por un par de combatientes clandestinos checos, que le produjeron graves heridas que provocaron su muerte una semana después del atentado. La represalia de los enfurecidos nazis fue terrible: dos poblaciones checas, Lídice y Lezáky, fueron arrasadas hasta los cimientos, y los varones de más de 16 años fueron ejecutados, además de 60 mujeres y 88 niños, mientras que el resto de la población fue deportada y luego todos asesinados en distintos campos de concentración nazis. Adolf Eichmann fue uno de los principales jefes a las órdenes de Heydrich para coordinar las agencias policiales para la deportación de esos judíos, gestionar sus propiedades confiscadas y organizar el financiamiento y el transporte. Su principal preocupación era que las deportaciones y el trasporte se realizaran de forma económica, con una coordinación adecuada y el cumplimiento de los horarios previstos.
En sus declaraciones ante el tribunal israelí que lo juzgó en 1961, Eichmann aseguró que Heydrich le había contado que Hitler había ordenado que todos los judíos de la Europa controlada por los alemanes fueran asesinados lo antes posible. Pero aunque los planes ya se habían puesto en marcha, la entrada de Estados Unidos en la guerra y la derrota de los alemanes en Moscú aceleraron el propósito de Hitler. Para coordinar la planificación del genocidio, o la “solución final”, Heydrich fue designado para organizar una conferencia en Wannsee, un lugar de veraneo cercano a Berlín. Eichmann se encargó de preparar las estadísticas con la cantidad de judíos que todavía vivían en los países de Europa, supervisó el trabajo de los taquígrafos de la conferencia y preparó el acta final de la reunión. Las deportaciones que siguieron al plan trazado en la conferencia fueron organizadas por el meticuloso Eichmann, que como siempre se dedicaba a la expropiación de los bienes y a organizar el transporte de los judíos a los campos de concentración. En 1944, ya con el rango de teniente coronel, Eichmann viajó a Hungría, el día después de la invasión del ejército nazi, para comenzar los preparativos de las deportaciones. En unos meses, a razón de cuatro trenes diarios con tres mil judíos en cada uno, lograron evacuar a la mayor parte de los judíos húngaros. El 24 de diciembre de 1944 Eichmann y muchos otros oficiales nazis lograron huir de Budapest antes de que el ejército soviético completara el cerco a la ciudad. Cuando los alemanes se rindieron y la guerra terminó, Eichmann se encontraba en Viena, provisto de documentos falsificados, donde fue capturado por las tropas estadounidenses. Logró escapar y vagó por distintos lugares de Alemania, trabajando ocasionalmente. Se instaló en el pueblo de Altensalzkoth, donde vivió hasta 1950. Mientras tanto, las organizaciones nazis (como la llamada Odessa) y otras de la iglesia católica que ayudaban a los que huían, le consiguieron documentos y un permiso legal para instalarse en Argentina, a donde llegó el 14 de julio de ese año.
Digresión 3:
La llegada de Eichmann a la Argentina no fue casualidad. Desde antes de que finalizara la guerra, cuando ya los altos mandos alemanes estaban convencidos de su derrota, comenzaron a planificar la huida hacia países más seguros donde pudieran ocultarse los perseguidos, y organizando también el financiamiento de esas organizaciones. Es bien conocida la política estadounidense de proteger a científicos alemanes para llevarlos hacia los Estados Unidos y que continuaran allí el desarrollo de programas de nuevas armas. El caso del ex miembro de las SS Wernher von Braun es famoso porque fue uno de los que lograron desarrollar el programa de cohetes espaciales de la NASA, donde trabajó hasta 1976, meses antes de su fallecimiento. En menor escala que los estadounidenses, los militares que gobernaban en la Argentina desde 1943 participaron de la red nazi que introducía a sus militares en el país y ayudaba en su instalación a muchos de los nazis que huyeron, a través de lo que se llamó “el camino de las ratas”, para lo que contaron con la complicidad y protección del gobierno argentino. La misma política de protección de los nazis siguió el gobierno de Juan Domingo Perón, que gobernó a partir de 1946. Como escribió el periodista e investigador Jorge Camarasa: “Perón fue cómplice del ingreso de criminales de guerra al país. Además, los protegió, les dio casas y trabajo, y mantuvo contacto con ellos incluso en el exilio posterior a su derrocamiento” (Odessa al sur, Editorial Planeta, Buenos Aires 1995, p. 10). Según investigaciones de este autor, así como del periodista Uki Goñi (v. Perón y los alemanes, Editorial Sudamericana, Buenos Aires 1998) y el escritor Tomás Eloy Martínez (v. Las memorias del General, Editorial Planeta, Buenos Aires 1996), Adolf Eichmann fue uno de los beneficiados con esta política argentina, a donde llegó con documentos oficiales en 1950 vía Génova.
Con ayuda de sus contactos alemanes y argentinos, Eichmann se instaló en la provincia de Tucumán donde trabajó para una empresa alemana. Asegurado esto, pudo traer a toda su familia a vivir con él en Tucumán. En 1959 consiguió emplearse como electricista en la planta de la Mercedes Benz de Argentina, y se trasladó a Buenos Aires donde compró una humilde casa en un barrio obrero de la localidad de Vicente López, en el norte de la ciudad. Allí vivió con sus documentos legales con el nombre de Ricardo Klement, hasta el 11 de mayo de 1960, cuando fue secuestrado por agentes del Mossad, la agencia de inteligencia israelí. Los servicios de inteligencia israelíes conocían desde tiempo atrás la instalación de muchos nazis en tierras argentinas, como Josef Mengele, el médico de las SS del campo de Auschwitz, que experimentaba con judíos vivos y que después de vivir unos años en Argentina murió ahogado en una playa de Brasil; o Erich Priebke, el organizador de la matanza de las Fosas Ardeatinas en Italia, donde en un solo día mató a 335 ciudadanos italianos. Por varias vías les llegó información sobre el paradero de Eichmann, especialmente por el famoso cazador de nazis Simón Wisenthal. A principios de mayo de 1960 un comando israelí llegó a la Argentina con la misión de secuestrar a Eichmann y trasladarlo a Israel, donde sería juzgado por crímenes de guerra y contra la humanidad. El 11 de ese mes por la noche, cuando Eichmann regresaba a su casa del trabajo en la fábrica de Mercedes Benz, fue capturado, llevado a una casa de seguridad donde lo interrogaron para asegurarse de su identidad, y aguardaron la llegada de un avión de la empresa de aviación israelí El Al que traía una delegación oficial para participar en los festejos por los 150 años de la independencia argentina, lo embarcaron con un pasaporte falso disfrazado de mecánico y lo llevaron a Israel.
Digresión 4:
El agente del Mossad que comandó el grupo secuestrador se llamaba Peter Zvi Malkin. Su vida permaneció en el más absoluto secreto desde entonces. El 3 de marzo de 2005, el New York Times informó simplemente que Malkin había muerto en su residencia de Manhattan a los 77 años.
La noticia del secuestro causó una enorme conmoción en la Argentina y en el mundo entero. Aunque Israel pronto reconoció que sus servicios de inteligencia habían realizado el secuestro, se negó a devolver a Eichmann a las autoridades argentinas, por lo que el caso se discutió en las Naciones Unidas, que apoyó la protesta argentina. El primer ministro de Israel, David ben Gurión dijo entonces que: «No es un individuo el que está en el banquillo de los acusados en este juicio histórico, y no solo el régimen nazi, sino el antisemitismo a lo largo de la historia». Las relaciones diplomáticas entre los dos países se rompieron, y no volvieron a restablecerse hasta bastante tiempo después. Rápidamente, los israelíes organizaron el juicio de Eichmann, cuya defensa fue ejercida por el abogado penalista alemán Robert Servatius, que ya había defendido a otros jerarcas nazis en Nuremberg, y cuyos honorarios fueron pagados por el estado de Israel. Eichmann alegó que todas sus acciones durante la guerra respondieron a la llamada obediencia debida a sus superiores, y que sus tareas eran de orden técnico. En su alegato, dijo que: “No perseguí a los judíos con avidez ni placer. Fue el Gobierno quien lo hizo. La persecución, por otra parte, solo podía decidirla un Gobierno, pero en ningún caso yo. Acuso a los gobernantes de haber abusado de mi obediencia. En aquella época era exigida la obediencia, tal como lo fue más tarde la de los subalternos”. Sin embargo, sus argumentos no conmovieron a nadie y el tribunal lo declaró culpable el 15 de diciembre de 1961 de crímenes contra la humanidad y lo condenó a morir en la horca. La sentencia fue ejecutada el 31 de mayo de 1962. Sus últimas palabras (la “grotesca estupidez de sus últimas palabras”) fueron: “Dentro de muy poco, caballeros, volveremos a encontrarnos. Tal es el destino de todos los hombres. ¡Viva Alemania!¡Viva la Argentina!¡Viva Austria! Nunca las olvidaré”.
Digresión 5:
Como dijimos, el juicio de Eichmann desató enormes y apasionadas polémicas. Pero hay algo que debemos agradecer, porque a partir de ese juicio se asentó la idea de que hay crímenes que no pueden ser olvidados y que no prescriben nunca. La filósofa alemana Hannah Arendt (1906-1975) asistió al proceso como corresponsal de la revista The New Yorker y publicó un libro que titulado Eichmann en Jerusalén, que lleva como subtítulo Un estudio sobre la banalidad del mal (Editorial Lumen, Barcelona, 1999). El interesantísimo y fundamentado libro de Arendt causó un escándalo tanto en Israel como en la comunidad judía de los Estados Unidos y de otros países. Muchos se preguntaban asombrados ¿se puede creer que exista un genocida banal? Pero hay que leer el libro para entender la complejidad del asunto. Arendt sostiene que Eichmann no era un demonio sino un hombre normal con un desarrollado sentido del orden, profundamente convencido de la verdad de la ideología nazi, un disciplinado, aplicado y ambicioso burócrata, orgulloso de haber cumplido con el deber que suponía la obediencia estricta de las órdenes de sus superiores. En resumen, que el mal no necesariamente se encarna en delirantes y megalómanos psicópatas como Hitler, sino que a veces se presenta con la apariencia gris de un burócrata, como ese que diagramaba el tráfico de trenes para llegar a los campos de la solución final. La segunda cuestión que indignó fue la crítica que Arendt hizo a los líderes de algunas asociaciones judías que habían negociado con los alemanes la muerte de un alto número de judíos a cambio de dinero por la vida de unos pocos, los “importantes”. Y también por el silencio que disimuló la actuación de los judíos en los llamados sonderkommandos, prisioneros judíos que se encargaban de recoger los cadáveres de las cámaras de gas u otros menesteres que los alemanes les encargaban. Verdaderos carceleros que se vendían por un pedazo de pan y un tiempo más de vida en el campo de concentración.
Hannah Arendt escribió sus artículos sin maquillar hechos ni contemporizar. No ocultó la responsabilidad de los Consejos Judíos o Judenrat. Mordechai Chaim Rumkowski, hombre de negocios, militante sionista y director de un orfanato, fue la máxima autoridad del gueto de Łódź (Polonia). Su despotismo resultó tan trágico como ridículo: acuñó moneda y sellos con su efigie, usurpó la función de los rabinos celebrando enlaces matrimoniales. En 1941 colaboró con las primeras deportaciones masivas al campo de exterminio de Chelmno. Aunque intentó negociar una rebaja en el número de deportados, las autoridades nazis no negociaron ni aceptaron negociar con él. Fueron asesinados cincuenta y cinco mil judíos, seleccionados por la administración de Rumkowski. En 1942, el Judenrat recibió la orden de deportar a todos los niños menores de diez años, los ancianos y los enfermos. Rumkowski se dirigió a los habitantes del gueto con un ampuloso discurso. «Dadme a vuestros hijos», exclamó, sin aclarar que era para salvar la vida de las personas «útiles». Entre junio y julio de 1944, Rumkowski organizó la deportación de otros siete mil judíos, sin sospechar que en agosto se suprimiría el Judenrat y se enviaría a todos los judíos del gueto a Auschwitz. A pesar de lo útil que había resultado para los nazis, Rumkowski y su familia murieron el 28 de agosto en las cámaras de gas de Birkenau. Otro ejemplo es el del doctor Kastner, que aplicó el mismo criterio en Hungría. Salvó a 1.684 judíos, enviando a la muerte a cuatrocientos setenta y seis mil. No quiso guiarse por el azar, sino por «principios verdaderamente santos». Pensó que debían librarse de la muerte los que habían trabajado por la comunidad. Es decir, los funcionarios y los «judíos prominentes». Pero no me cabe duda de que el tema más inquietante que Arendt planteó en su libro, y por el que los judíos nunca la perdonaron, y por eso lanzaron feroces campañas de desprestigio contra ella, fue el de la legalidad jurídica de Israel al juzgar a Eichmann en Israel.